La biomasa como fuente energética

La biomasa es una fuente de energía interesante, que Colombia ha venido aprendiendo a utilizar desde hace algunos años. La materia orgánica de los seres vivos, sus excretas y sus restos no vivos, pueden ser fuente de producción de energía.

El sector agrícola industrial del país es un generador interesante de biomasa. Sus antiguos residuos son hoy un recurso aprovechable, bien sea para su utilización directa como combustible, o a través de la producción de biogás o bioetanol.

Ejemplos importantes de ello, son los raquis, o la parte de la planta de donde brotan los racimos en la palma de aceite, que pueden dejar de quemarse o desecharse en rellenos, para aprovechar su poder calorífico. Algo similar viene ocurriendo con el cisco, el mucilago y la borra o ripio del café, que tienen igualmente un poder calorífico representativo.

Con el maíz también hay restos como las hojas, la tusa, el capacho, que son aprovechables. Ya tenemos larga experiencia con el bagazo de la caña de azúcar y la producción de bioetanol y biodiesel, y ahora resulta que la cáscara de macadamia que se produce en varias partes del país, además de servir como fuente de energía puede, a través de sus carbones activos, descontaminar las aguas al eliminar de ellas un pesticida común (ácido declorogenoxiacético), usado en la agricultura.

Hay entonces un cambio fundamental en la industria agrícola y es dejar de producir residuos para empezar a aprovechar sus subproductos. Los centros de investigación de la industria de la palma de aceite y del café llevan un tiempo importante dedicados a generar esos usos post cosecha, para sus residuos.

Tenemos una Federación de Productores de Biocombustibles, que hace una divulgación importante de sus avances y logros. Ya pasamos la época en la cual se cuestionó que los cultivos dejaran de tener como propósito producir alimentos para dedicarse a los energéticos.

Hoy esa discusión esta superada, al fortalecerse el aprovechamiento de lo que anteriormente eran residuos y hoy subproductos del cultivo. Cabe preguntarse si el marco normativo avanza con la rapidez que se requiere. Si hay armonización entre la regulación energética y la ambiental, para beneficiar el surgimiento de estos nuevos negocios a partir de las tecnologías que permiten aprovechamientos con carácter industrial. Con la Ley 2036 de 2020, se definió el aprovechamiento energético de residuos diciendo que es “la familia de tecnologías de tratamiento de residuos para generar energía en la forma de calor, electricidad o combustibles.”

La Ley 1715 de 2014, mejor conocida como la ley de las energías renovables no convencionales, de la que hace ya dos meses celebramos los 10 años de su expedición, tiene entre sus propósitos suprimir o superar las barreras de tipo jurídico, económico y de mercado, para el aprovechamiento de fuentes no convencionales de energía, especialmente las renovables.

Incluso se declaró de utilidad pública e interés social la promoción e incentivo de las actividades de producción de fuentes no convencionales de energía entre otras.

Allí la biomasa se contempla como fuente no convencional, basada en la degradación espontánea o inducida de cualquier tipo de materia orgánica y toda materia vegetal originada por el proceso de fotosíntesis. En estos tiempos en los cuales se habla de una reforma agraria, además de establecer los mecanismos de acceso a la tierra, de financiación de la actividad, debería igualmente considerarse la promoción de los subproductos de la agricultura como fuentes no convencionales de energía. Ello ameritaría la adopción de una concreta política pública y una mayor armonización regulatoria.

*Adriana Martínez Villegas, presidente en Martínez Córdoba & Abogados Asociados