En el primer semestre del año la Agencia Nacional de Minería (ANM) lanzó la Ronda de Cobre (inspirada en procesos similares adelantados por la ANH) con el propósito de promocionar ciertas áreas en las cuales se ha identificado potencial para la explotación de mineral de cobre y sus concentrados. Si bien hasta el momento la participación de las empresas ha sido modesta, la estrategia implementada por la ANM es un paso en la dirección correcta por, al menos, tres razones: la necesidad de diversificación de la canasta minera; el aumento mundial de la demanda de cobre; y la oportunidad derivada de la situación de los productores tradicionales en la región.
En primer lugar, la canasta minera de Colombia requiere de esfuerzos de diversificación que la lleven más allá de los renglones tradicionales (oro, carbón), para aprovechar plenamente el potencial del país. Ya desde los años 60 Colombia identificó importantes potenciales de exploración y explotación cuprífera y, aunque alguna actividad se ha registrado, es la primera vez que se hace un esfuerzo organizado y a gran escala para atraer inversión que permita el mayor aprovechamiento del mineral.
En segundo lugar, los estudios apuntan a un crecimiento exponencial de la demanda de cobre en el mundo, jalonada, en buena parte, por su utilización en nuevas tecnologías, particularmente en la transición energética. Gracias a sus propiedades en la conducción de calor y de electricidad, el cobre ha visto incrementada su demanda de manera sustancial, en particular en proyectos de energías renovables fotovoltaica y eólica, encontrándose la oferta por debajo de la demanda actual, y muy lejos de la demanda proyectada. Se espera que el mercado mundial del cobre presente un déficit de más de 500.000 toneladas a finales de 2021, y nada más en lo que se refiere a la demanda del mineral para proyectos fotovoltaicos, se espera que la misma se duplique entre 2020 y 2030 y se triplique para 2050. Si se considera la demanda proveniente de los parques eólicos marinos cuya necesidad del mineral para 2050 podría incrementar en más de 600%, las preocupaciones de desabastecimiento de cobre son más que reales.
En tercer lugar, los líderes de producción mundial de cobre ven declinar los niveles de concentración mineral de sus yacimientos (lo que en términos técnicos se conoce como “ley”). Así, Chile, primer productor mundial de cobre, espera que el desarrollo de su industria minera para los próximos años se base en reservas minerales de baja ley. Por su parte, Perú, segundo productor mundial del mineral, enfrenta incertidumbres político-económicas que pueden llegar a preocupar a los inversionistas. La conjunción de estos fenómenos permitiría que Colombia se perfile como un destino interesante para compañías mineras asentadas en Chile y Perú, pues, sin perjuicio de la diferencia de magnitudes que puede llegar a tener las reservas de nuestro país comparadas con la de tales países, lo cierto es que a Colombia la atraviesa una formación cuprífera similar a la falla Domeyko en Chile, y las concentraciones del mineral en nuestro país podrían estar en niveles porcentualmente superiores al promedio mundial.
Así pues, la confluencia de circunstancias de tipo tecnológico, económico y político señalan que la apuesta de la ANM es acertada y oportuna, y contribuiría a renovar el panorama minero nacional, con todos los efectos positivos que ello implica a nivel de inversión, generación de empleo y desarrollo de las regiones.
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