No son parte del espectáculo, ni le dan colorido a la tribuna ni mejoran el rendimiento de los jugadores de fútbol que supuestamente apoyan ni nada de eso. Sí, estoy hablando de los desadaptados que dicen llamarse “barristas”, que no son más que energúmenos que desfogan sus frustraciones y su ira en una tribuna de cualquiera de los estadios que hay en Sudamérica. Este fenómeno apareció hace mucho tiempo en Argentina y hace parte de todo el andamiaje necesario para que algunos pocos mantengan su poder en los equipos, que en teoría no son de nadie sino de sus asociados y que les sirve para amedrentar a los oponentes en elecciones.
El pasado martes, en el estadio El Campín de Bogotá, tuvimos la oportunidad de ver una vez más la calidad de personas que se hacen llamar aficionados y que durante algo más de media hora sembraron el terror. Las imágenes son pavorosas, familias corriendo y la peor de ellas, un tipo con una camiseta de Nacional pateando la cabeza de un desafortunado que no alcanzó a correr y fue cazado por cuatro o cinco.
Siempre ocurre lo mismo, luego del desastre hay propuesta de enmienda y todos los organizadores claman por acabar con el problema. No voy a decir que es fácil terminar con una actividad que durante mucho tiempo ha sido bien vista por el público en general e incluso apoyada por algunos dirigentes. Pero hay instrumentos jurídicos y corporativos que pueden servir.
En Colombia se creó la Ley 1270 de 2009 “Por la cual se crea la Comisión Nacional para la Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol y se dictan otras disposiciones” que no ha servido para nada y para la muestra lo ocurrido. Lo primero que llama la atención es que se crea una comisión con un nombre rimbombante compuesta por hasta 21 personas que desde su nacimiento es inútil. Siempre se ha dicho que para no solucionar un problema basta simplemente con crear una comisión. En esta hay toda clase de figuras y funcionarios, ministros, procurador, fiscal, defensor del pueblo etc. Solo para reunirse supongo que necesitan seis meses.
Los códigos disciplinarios pueden servir a prevenir estas conductas y en Argentina se habla hasta de quita de puntos. El equipo cuyos energúmenos causan problemas será el sancionado, desafortunadamente esa medida no se ha practicado. Acá le ocurrió a Deportivo Pasto, que perdió los puntos en el escritorio luego de que el juez de línea fue agredido, y a causa de esto perdió la categoría.
El martes debió haber pasado algo similar pero el partido, para sorpresa de todos, continuó. Personalmente, creo que se debe erradicar esta práctica en los estadios; tipos que saltan, gritan y amedrentan a todo aquel que estos consideran no sigue a su equipo, o peor aún no alienta adecuadamente.
En un fútbol tan pobre como el colombiano, mostrar situaciones como la mencionada es una publicidad negativa tremenda que invita a cualquier persona sensata a hacer cualquier cosa menos ir a un partido de fútbol. Como en varios aspectos, la Federación y la Dimayor deben modificar la actitud frente a este fenómeno y sancionar fuertemente a los equipos cuyos vándalos acaben o atenten contra el espectáculo. No puede ser que algunas entidades hasta los contraten para hacer la logística. Fifa tiene claro que los equipos son responsables de las conductas de sus aficionados. Por mucho menos a la selección de México la han sancionado.
No más personas saltando en las tribunas, ni aterrorizando, ir a fútbol debería ser parecido a ir a cine o a un concierto.
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