En el fútbol, y sobre todo para los organizadores, no es de buen recibo que jugadores, técnicos y dirigentes se expresen libremente. Tomemos el caso de Gerard Piqué (¿ya tendrá pasaporte colombiano?). Este excelente defensa central está constantemente en la mira no solo de seguidores del FC Barcelona sino de los futboleros en general y por su puesto de las entidades disciplinarias del fútbol español por su juego, su esposa, su nacionalismo Catalán, pero sobre todo por la forma en que se expresa. Famosísima es la frase que en cualquier otro lugar o actividad diferente del fútbol habría pasado desapercibida “¡Gracias Kevin Roldán, contigo empezó todo!”, aludiendo a una fiesta desafortunada de los jugadores del Real Madrid con este cantante, que resultó en un cambio de actitud de los dos equipos y al final el campeonato del Barcelona FC. Esa declaración no solo resultó ser todo un desafío sino que fue mirada como una posible falta disciplinaria. Más complejo es un twitter sin ninguna palabra, apenas unos emoticones con caritas sonrientes, luego de un costosísimo error de, nuevamente, el Real Madrid al alinear de forma irreglamentaria un jugador y por esto perder sin jugar siquiera la eliminatoria de la copa del Rey con el Cádiz, situación que indudablemente produce risa. Tampoco gustan y son objeto de investigaciones las declaraciones en una entrevista: “siempre quiero que pierda el Real Madrid”. En cualquier otra actividad esto sería tomado máximo como de mal gusto, en el fútbol las consecuencias de éste tipo de expresiones van más allá.
En Colombia, apenas en la primera semana de labores, ya hay dos investigaciones por declaraciones: a Fernando Castro, director técnico del Cali, por unas supuestas amenazas y al jugador Cleider Alzate “por declaraciones concedidas a medios de comunicación relacionadas con su vinculación al club Talento Dorado S.A,” quien señaló que su contrato de trabajo había sido manipulado.
En la Dimayor ha tomado carrera sancionar cualquier declaración en contra de los dirigentes o equipos; indicar que tal equipo manipula contratos, incumple o maltrata a sus jugadores es objeto de investigación, pero no para quien manipula, incumple o maltrata sino para quien tuvo el coraje de decirlo. Así no se subsana el incumplimiento, maltrato o la manipulación, pero al menos se silencia al hablador “por el bien del fútbol”.
Ya vimos cómo el antiguo presidente de la Federación intentó sin éxito “guardarse” una medalla. Supongo que si algún jugador hubiera intentado cuestionar las conductas de este señor habría sido castigado con todo el rigor mientras que el dirigente en cuestión habría seguido, como en realidad lo hizo, incurriendo en negociados malos manejos y actividades turbias.
La libertad de expresión es un derecho fundamental, consagrado en nuestra Constitución. En la actualidad el fútbol colombiano está atravesando por una crisis deportiva y de valores profunda, dirigentes cuestionados, campeonatos desabridos con cada vez menos público y fallos adversos por sumas astronómicas. Sería deseable que la Dimayor y su tribunal disciplinario se dediquen a disciplinar el fútbol y que sean los jueces los que, previa querella del afectado, decidan sobre las declaraciones. Aunque con el paro judicial quedemos en lo mismo.
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