Cada vez más se oyen críticas a quienes administran los estadios colombianos por parte de los futboleros y los dirigentes y sobre todo de algunos periodistas caducos que consideran que estos escenarios son solo para el fútbol.
El estadio, o mas bien su explotación es parte fundamental del negocio del fútbol y en general de los deportes espectáculo; en eso los vecinos del norte son expertos, cada año se inauguran estadios más grandes, más cómodos más modernos y con mayores entretenciones. Si se analizan las fuentes de recursos de un club de fútbol profesional están antes que nada los derechos de televisión (que como tema curioso en Colombia prácticamente no existen) en algunos la transferencia de jugadores y el ingreso que representa la explotación del estadio, se denomina match day. Un estadio debe ser una fuente de recursos para un equipo, comidas, palcos, parqueaderos y boletas hacen parte de el portafolio que le permite a equipos con estadios importantes mejorar sus ingresos.
Pocos son los lugares como Buenos Aires o Londres donde existen mas de 10 estadios importantes, normalmente propiedad de un equipo. En general las ciudades tienen uno o dos escenarios de esta magnitud. Sin ir mas lejos en Milán dos de los más grandes equipos de Italia, Internazionale y Ac Milan comparten el mismo escenario y cada semana le cambian el nombre. En Madrid apenas dos Wanda Metropolitano y el Santiago Bernabeu.
En Colombia el tiempo no pasa en los estadios; o peor pasa muy mal, el estadio El Campín de Bogotá hoy es mucho más incómodo que hace 30 años; los parqueaderos funcionan mal, la comida sigue siendo la misma, comprar boletas es imposible el día del partido y la entrada es todo un suplicio. Todo en aras de asegurar la seguridad que cada vez es menor. Cada vez hay mas burocracia alrededor de estas edificaciones para que, efectivamente, todo funcione cada vez más mal. Los equipos deben acomodarse a los funcionarios de turno que básicamente inventan bobadas y piden boletas.
La solución es costosa y difícil, hacer un nuevo estadio no es empresa fácil. Los americanos cambian permanentemente de estadios, demuelen uno y construyen el siguiente en los parqueaderos; son poco amigos de remodelar, allá, sociedad opulenta, tumban y construyen. La realidad es un poco más compleja, construir un estadio, aun en tierras del Tío Sam requiere participación del estado o mejor del municipio y de la empresa privada; generalmente para construir un escenario de grandes magnitudes se hacen consultas locales para destinar determinada cantidad de dinero público en la construcción del estadio.
Normalmente estas construcciones mejoran el entorno que crece con restaurantes, bares muchos otros locales de entretenimiento que valorizan la zona. Los equipos se quedan con la explotación del estadio con todos los ingresos que esto implica. No es un negocio sencillo pero al mediano y largo plazo produce muy buenos ingresos.
En Colombia salvo el Deportivo Cali, ningún otro equipo es dueño de su estadio; al que es difícil de llegar, queda lejos de la ciudad y no cuenta con nada alrededor, ni siquiera parqueaderos. Es el momento en pensar en hacer algo para que al menos dos o tres equipos de los denominados grandes puedan construir y administrar su propio estadio. No es fácil pero debería ser una meta a mediano o corto plazo; una transferencia importante de un jugador podría ser la primera piedra para esta empresa.
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