Estas personas, repito, con la colaboración o al menos la indiferencia de los organizadores, es decir Millonarios, negaron la entrada aquellos que no tenían una camiseta azul, con el consecuente negocio de venderla para, ahora si, permitir la entrada; tampoco se le permitió ver el partido a aquel incauto que ignorara datos como quién era el número nueve del equipo. Resulta increíble cómo, con la mayor desfachatez del mundo y repito, en colaboración con los organizadores del espectáculo, se obligó a retirar del estadio a dos menores (niños) pues no tenían camiseta azul. En contravía con la Fifa que prohíbe cualquier manifestación de orden racista se exhibió una pancarta de claro corte racista en contra de los paisas y se llegó al extremo de hacer hablar a una persona y por su acento decidir si era “digno” de entrar a ver el partido.
Ni qué hablar de lo ocurrido poco tiempo después en Manizales donde, nuevamente sin que las autoridades hagan algo, los mismos energúmenos decidieron acabar con parte del estadio, robar las tiendas cercanas al estadio y causar una riña entre ellos mismos por una camiseta. Siempre se dice que son hechos aislados, que se trata de pasión desbordada y que nunca va a volver a ocurrir, que se tiene perfectamente identificados a los “pocos” autores de los desmanes y que “son buenos muchachos”.
Cada vez que ocurren estos hechos se proponen los mismos correctivos, carnetizar, judicializar, expulsar etc y aparecen nuevos proyectos de ley que buscan erradicar estas situaciones; el presidente de la Dimayor cualquiera que este sea se manifiesta supremamente preocupado pero indica que se deben respetar los conductos regulares.
Ya existe una ley sobre el tema, la 1270 de 2009 “por la cual se crea la Comisión Nacional para la Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol” y se expidió el decreto 1007 del 16 de mayo de 2012 en este último se habla de manera extensa de las barras, casi como si fueran organizadoras del espectáculo, se definen las “barras organizadas”, las “barras populares” y el “barrismo social” dándole a estos inadaptados una posición exótica. En el mundo se combaten estos grupos pues atentan contra la seguridad y comodidad en los estadios y por el contrario en Colombia se les invita a hacer parte del espectáculo.
Los países que tienen el mejor futbol erradicaron del estadio estos grupos e hicieron que la familia volviera al estadio, la queja de pocos ingresos de los dirigentes se soluciona sacando a estas personas, cobrando una boleta más cara y haciendo del estadio un lugar para ver futbol en familia y con total tranquilidad. El valor que aportan estos personajes es bajo frente a los costos que representan en seguridad y logística, adicionado a la cantidad de espectadores que con muchos mayores ingresos son ahuyentados.
La última novedad de la Dimayor es prohibir la entrada, en el caso de Bogotá, a las tribunas Norte y Sur, donde habitualmente se esconden estos forajidos. La medida, absurda, obligará a los aficionados normales a compartir tribuna con estos energúmenos. Al final, lo único que se pide es que se cumpla la ley y que se pueda ver en paz un partido de fútbol, nada más. ¿Podrá la Dimayor?
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