En las últimas dos semanas, Millonarios y Deportivo Independiente Medellín han tenido que sufrir los rigores de este hecho con resultados dispares. Hasta hace poco había claridad que si la pelota no rebotaba de manera natural, el partido era suspendido por el juez central, todavía me acuerdo de árbitros con paraguas haciendo caer la pelota en los charcos para tomar una decisión. Un diluvio se presta para varias situaciones no deseadas; el campo anegado e inestable es el escenario perfecto para una lesión, de los jugadores y hasta del árbitro. No es de ignorar tampoco el peligro que bajo este clima se presenta con un rayo, hace no mucho tiempo dos jugadores perdieron la vida por esta situación.
Resulta increíble como cada situación de lluvia es solucionada de manera diferente y caprichosa, los árbitros miran a todos lados, aparecen celulares que se esperan transmitan una orden de quien sabe quién, algunos árbitros inician el ritual de hacer rebotar la pelota en los charcos y los técnicos vociferan. La primera decisión es “esperar a ver si escampa”, hecho que si ocurre permite reanudar el partido, así la cancha no sirva para jugar al fútbol, en otras ocasiones la decisión es jugar a como dé lugar; equipos que vienen de afuera con vuelos programados no permiten aplazar así sea por 12 horas el partido. Ya es hora que aparezca un protocolo claro para solucionar este tema, que defina quien decide que hacer sin que se deje la decisión al azar o a caprichos económicos o de logística. Los equipos y las autoridades deben tener claridad sobre el tema, prever los tiempos de desplazamiento y alojamiento, un equipo, más en esta ola invernal no puede tener un vuelo de regreso prácticamente sobre la terminación del partido y debe, al menos tener claro que en el evento de un aguacero el partido es aplazado. Jugar “a como dé lugar” resulta atentatorio para el espectáculo, los deportistas y el público asistente.
Otro tema del que hay que hablar es la nueva aparición de las apuestas y amaños de partidos en Colombia, parecía que esta situación se había superado con la desaparición de los grandes carteles y de los personajes que las efectuaban. Ahora, gracias al internet es posible que dos señores en Malasia o Londres apuesten y amañen un partido intrascendente en Colombia para ganar buen dinero.
El fenómeno de los apostadores es global y si bien las autoridades colombianas hacen bien su trabajo, es muy difícil su control. El fútbol europeo está inundado de publicidad de casas apostadoras por lo que existen, bajo esta situación, apuestas buenas y malas. Sería ideal que Fifa y el fútbol en general se desligue de las apuestas, los apostadores y las casas de apuestas, no son buenas para el fútbol y no deberían estar presentes en un partido; ya se logró erradicar el alcohol y el tabaco del fútbol, se debería hacer lo mismo con esta actividad sin importar la cantidad de dinero que aporta a equipos prensa y organizadores.
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