Sirven realmente estas manifestaciones en el país? La justicia, la salud, la educación, los agricultores, el transporte y los ganaderos, parecen establecer en su agenda anual por lo menos una marcha para ejercer presión social sobre sus derechos. Esta presión, sumada a la divulgación de un mismo mensaje y al impacto mediático que ejerza sobre sí misma es la que en efecto hará que se resuelva de forma mágica la fórmula establecida por cada sector en cada mes del año.
Es claro que el Estado no puede resolver las demandas particulares de cada sector de forma irresponsable y utópica, y también es claro que la sociedad no puede acostumbrarse a salir a las calles cada quincena a pedir por pedir, pero el Estado si tiene una carga moral para revaluar en silencio y a conciencia los indicadores de impuestos, alzas en tarifas como la de la gasolina y demás arandelas de captación financiera, versus las tarifas e índices de incremento de los sustentos vitales para los trabajadores nacionales.
Un sueldo mínimo, que a partir de enero del próximo año, se pagará con 6 devaluados billetes de $100.000, claramente no puede ser la solución social y económica en un país que está en la constante búsqueda de altos estándares de buenas prácticas que justifiquen el desarrollo sostenible de sus habitantes.
Una sociedad, por pobre que sea, no debería estratificar sus servicios sociales a partir tarifas. Las EPS, por ejemplo, deberían estar en la obligación de atender a sus usuarios de forma célere y óptima sin importar si su demandante se gane un sueldo mínimo o cinco. Acaso en Colombia no se ha notado la diferencia en atención entre alguien que tiene Sisben y alguien que tiene medicina prepagada?
Una persona que se gana un sueldo mínimo tiene que destinar 186 mil pesos para salud y pensión; pensión que por supuesto no sabe si algún día alcance a “TENER QUE PELEAR” según la expectativa de vida que dan los continuos asaltos, por ejemplo, en cualquier Transmilenio o SITP al que se suban para ir a su lugar de trabajo.
Los $386.000, equivalentes a un mercado de 200 mil, más los 186 mil de parafiscales, podrían sumarse con 150 mil pesos de transporte mensual que cada persona tiene que destinar para ir a su lugar de trabajo, enviar a sus hijos a la escuela o tener de “salvación” para ir a hacer fila en una EPS por si ocurre alguna eventualidad con algún miembro de su familia. Van 536 mil
Esos $536.000, más el arriendo y mágicamente esos seis billetes se desintegran en los diez primeros minutos del primer día de cada mes.
En dónde queda espacio para la recreación, el cine, la ropa, los cuadernos y libros de los hijos, ir al estadio, viajar, celebrar un cumpleaños, llevar un regalo a una fiesta; en fin, cosas normales a las que debería tener acceso cualquier ser humano en un Estado social de derecho?
Las marchas claramente no siempre son para pedir por pedir, las marchas, los paros y los movimientos se han convertido en el único mecanismo cívico para expresar el malestar por la desigualdad y la indolencia. No es posible que en “el país más feliz del mundo” exista semejante diferencia, beneficios y accesos entre un sueldo de un congresista, por ejemplo, (alrededor de 200 personas) y un sueldo mínimo vital para 70% de la población de un país.
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