*Analista y periodista.
La inigualable pasión que despierta el resonar de nuestro himno nacional en la cúspide del deporte ha sido sujeto de admiración mundial no por las entonadas voces de quienes lo entonan o cantan “la libertad del ublime”, sino por la gran unión y patriotismo que despiertan nuestros deportistas en muchas modalidades en las que históricamente no éramos nadie, incluido el deporte insignia: el fútbol.
Sin quitarle mérito alguno a las grandes leyendas del fútbol nacional, nuestros logros más importantes en los mundiales eran dos empates. Aquel memorable 4 - 4 en el año 62 contra la denominada Unión Soviética, que en su momento sí era la Unión Soviética, en todos sus CABALes; y el agónico empate con Alemania en el Mundial Italia 90. De resto todo para olvidar, menos el condenable, vil y cobarde asesinato de Andrés Escobar, que 24 años después nos sigue doliendo y avergonzando como sociedad, enferma en la derrota y en el triunfo.
El Kid Pambelé, Helmut Bellingrodt, Fidel Bassa, Lucho Herrera, Jorge Eliécer Julio, Fabio Parra, Ximena Restrepo, Roberto José Guerrero y tantos, que en diferentes modalidades abrieron las puertas para que nuevas generaciones pudieran apalancarse en el camino inhóspito del triunfo, hoy con menos espinas por la inexperiencia del momento, son más constantes y vertiginosas porque de alguna manera nos hemos empezado a creer el cuento que podemos ser una potencia.
Ya luego vinieron Juan Pablo Montoya, María Luisa Calle, Mariana Pajón, Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Esteban Chaves, Jackeline Rentería, María Isabel Urrutia, Carlos Mario Oquendo, Catherine Ibargüen, los demás medallistas olímpicos, nuestros exponentes de las tres Copas Libertadores, y nuestra nueva Selección Colombia, quienes con su profesionalismo, dedicación y auto convencimiento nos han regalado los triunfos más memorables y recordados de nuestra historia.
A estas alturas cronológicas, nuestros deportistas, con disciplina, rigor y responsabilidad ya entendieron su valor, potencial y capacidad para unir a un país que de verdad necesita el bálsamo reconfortante del triunfo para mitigar los impactos negativos de una realidad social que desde Andrés Escobar parece no haber evolucionado ni en la derrota ni en el triunfo, y al calor de cualquier grado de alcohol emprenden una fiesta que termina en avergonzantes titulares que no queremos repetir.
Esa realidad social, al igual que las amenazas y muertes violentas que hemos padecido en el país por estos días, no tienen cabida en esta reflexión, pero tampoco pueden dejar de mencionarse y repudiarse. La unión de los colombianos no puede ser selectiva, conveniente y a ratos. No podemos seguir matándonos porque el del lado piense o tenga gustos diferentes.
Hoy, el deporte nacional conoce sus fortalezas, sabe de sus potenciales y cree en él mismo. Los seguidores y la hinchada hemos ido acostumbrándonos a soñar con instancias y victorias antes inimaginables. El mundo ya nos conoce y parece temernos, hasta el punto de tener que eliminarnos utilizando la trampa. ¡Hemos evolucionado en lo que nos une! ¿Para cuándo vamos a mejorar en lo que nos divide?
Posdata: Mark Gaiger debería ser considerado oficialmente persona non grata en Colombia.
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