El bloqueo por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos de la fusión entre dos gigantes: AT&T, el mayor distribuidor de televisión tradicional de suscripción en ese país -que tiene como subsidiaria a DirecTV- y Time Warner, compañía propietaria de cadenas de televisión de tan alto renombre como TNT, TBS, CNN y HBO, ha suscitado un álgido debate en el país norteamericano.
El pasado 20 de noviembre este organismo demandó la transacción por valor de unos US$108.000 millones ante el Tribunal de Distrito de los EE.UU. para el Distrito de Columbia para lo cual argumentó que de permitirse su realización, la nueva empresa podría utilizar el control de la popular programación de Time Warner como un arma para distorsionar la competencia. Alegó que, tras la integración, la compañía fusionada adquiriría el poder de menoscabar la competitividad de los otros distribuidores de video al cobrarles precios más altos por el acceso a los canales de su cadena televisiva, y que estos últimos no tendrían la capacidad de negociar so pena de perder un importante porcentaje de su clientela. Lo anterior, si se tiene en cuenta que los canales de televisión de Time Warner transmiten programas de gran popularidad como Game of Thrones, y eventos deportivos tan esperados por el público, como la Liga Mayor de Baseball y la NBA, por lo que los consumidores no estarían dispuestos a sacrificar su acceso a estos programas.
De otra parte, adujo el Departamento de Justicia que debido a que los demás distribuidores de televisión por cable intentarían cubrir los aumentos de sus costos de programación con el incremento de los precios que cobran a sus clientes, los bolsillos de las familias estadounidenses se verían afectados por la operación.
Como si fuera poco, la integración también permitiría a la empresa fusionada obstaculizar el crecimiento de los distribuidores en línea, como Netflix y Amazon Prime, considerados como una amenaza para el modelo tradicional de televisión por suscripción. Ello, habida consideración de que la nueva empresa, con activos como la cadena HBO bajo su dominio, estaría empoderada para desplazar y hacer menos atractivos a este tipo de nuevos competidores.
Por consiguiente, el Departamento de Justicia consideró que la posición negociadora de la empresa fusionada se robustecería, pero no a través de la oferta de precios más bajos o un producto o servicio superior, sino directamente a causa de la fusión propuesta.
Lo anterior se traduciría en que los consumidores no solo tendrían que pagar facturas mensuales de televisión más altas, sino que también recibirían ofertas menos innovadoras por parte del distribuidor principal, por cuanto este gozaría de menos incentivos para mejorar su servicio, dada la concentración del mercado. Sin embargo, la posición del Departamento de Justicia ha sido cuestionada por quienes estiman que detrás de ella yacen los intereses políticos del presidente de turno, Donald Trump, quien no ha escondido su apatía por la cadena de canales de Time Warner.
Además, quienes defienden la fusión entre ambas empresas sostienen que integraciones verticales, como la que es objeto de controversia, rara vez son objetadas, todas vez que incrementan las eficiencias y benefician a los consumidores, sin eliminar a un competidor del mercado. Será necesario esperar a ver qué decide la Corte.
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