La creciente influencia de Beijing en America Latina ha comenzado a prender las alarmas en Washington.
El pasado 12 de octubre, en una carta dirigida a Katherine Tai (Representante de Comercio de los Estados Unidos) un grupo de congresistas del Partido Republicano expresaron su preocupación sobre el tema.
Enfatizaron que China es el más importante socio comercial de toda Asia, Oceanía, Europa del Este, África y, la mayor parte de América Latina y manifestaron que la prioridad de la política externa de EE. UU., debía enfocarse en tres acciones concretas: (i) mantener relaciones sólidas con los países latinoamericanos, (ii) realizar visitas diplomáticas que permitan entender las necesidades básicas de estos países, y (iii) destinar recursos para estabilizar un poco sus economías que se han visto gravemente afectadas por la pandemia.
Esta comunicación coincidió con una investigación publicada por la revista Time en donde se evidencia que la principal preocupación de los EE.UU., radica en que sus lazos tradicionales con Panamá, se han ido desmoronando gradualmente.
Allí se resaltó además que, desde el 2019, China ha invertido $12.8 mil millones en Latinoamérica, principalmente en proyectos de infraestructura regional como puertos, carreteras y ferrocarriles. Así, la empresa China Cosco Shipping, con sede en Shanghái, está construyendo un nuevo puerto de $3 mil millones en Chancay en Perú, y además, existen propuestas ambiciosas para construir un ferrocarril transcontinental que una las costas del Atlántico y el Pacífico de América del Sur desde Brasil a Chile.
El canal de Panamá, por el que transita el 5% del comercio mundial, siempre ha sido una prioridad para EE.UU. y de hecho, fue controlado por Washington durante la mayor parte del siglo XX. En la década de 1940, el Departamento de Comercio ayudó a establecer la zona de libre comercio de Colón que se convirtió en la puerta de entrada de compañías estadounidenses, como Gillette y Coca-Cola, al mercado latinoamericano. Siete décadas después, la situación ha dado un completo viraje en esa Zona, y en sus puertos, almacenes y oficinas, dominan las empresas chinas.
Según la BBC News, en aras de neutralizar la expansión de China en la región, en junio de 2019, el Grupo de Acción Financiera (GAFI) incluyó a Panamá en la “lista gris” de países que no hacen lo suficiente para combatir el lavado de dinero, por presiones de la administración Trump.
Evan Ellis, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de EE.UU., quien ha asesorado al Congreso en estos temas, dice que la presión de EE. UU., ayudará a frenar el avance y el posicionamiento de China en Panamá.
Sin embargo, hay quienes han sostenido que, esta no puede ser la única estrategia de EE.UU., pues, conlleva el riesgo de que, los países de la región reaccionen más bien afianzando sus lazos comerciales con la China.
De hecho, el presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, en una reciente declaración manifestó que, a pesar de que EE.UU. sea su socio estratégico, “la relación debe mejorar substancialmente en el futuro”, pues, de no ser así, Panamá seguirá manteniendo un estrecho “diálogo geoestratégico con Pekín”.
A este panorama se añade además la influencia política que ha ganado China en América Latina con la toma del poder, por parte de la extrema izquierda, en Venezuela, Perú, Argentina y Chile,
Todo lo anterior hace prever que cada día va a ser más difícil para Estados Unidos recuperar su liderazgo e influencia en la región. La delantera que le ha cogido china es ya demasiado grande.
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