A nadie le debe caber duda alguna respecto de la importancia de algunos venezolanos en la vida nacional. El más sonado de ellos, naturalmente Simón Bolívar, a quien debemos nuestra independencia de España y el hecho de ser hoy una república. El otro gran venezolano, don Andrés Bello, sin cuya influencia Colombia no contaría con el Código Civil que ha regido nuestra vida durante décadas: norma sabia y prudente basada en el Código Civil chileno del cual fue autor. Pero don Andrés Bello también aportó a nuestra independencia en tanto maestro del Libertador e integrante de una de las misiones diplomáticas claves de éste a Londres.
Tampoco es un misterio la cada vez más significativa presencia de venezolanos en nuestras ciudades. Es común encontrarles participando activamente de la vida económica de nuestro país. He tenido la fortuna, al igual que muchos otros colombianos, de ser divinamente atendido por personal culto, amable, de trato cálido y colaborativo que me han obsequiado con una imagen muy diferente de la que mis prejuicios se habían formado de ellos, cuando las únicas noticias que llegaban a nosotros de nuestros vecinos eran las esporádicas diatribas de políticos de turno de ese país, azuzando los ánimos belicosos entre las dos naciones.
Pero desafortunadamente también estamos viendo otros venezolanos que, no se, parecieran enviados por el gorila dictador de al lado, a fin de sembrar violencia y caos en Colombia, cosa muy dada a sus sórdidos propósitos. Las noticias son preocupantes pues dan cuenta cada vez en mayor medida de delincuentes armados participando en actos violentos de inseguridad en nuestras ciudades. Como si no tuviéramos suficiente con nuestros propios desadaptados, ahora parece que también tenemos que sufrir los actos de ciertos venezolanos que vienen a este país a hacer de las suyas.
La cuestión debe ser bien investigada por las autoridades, pues si de lo que se trata es de una conjura bien pensada en la mente de ciertos sujetos oscuros conocidos de todos en este país y orientada a la desestabilización nacional, pues las responsabilidades deberían llegar hasta ellos.
Pero sin lugar a dudas lo importante es tomar consciencia de los orígenes del problema. La presencia de esos indeseables venezolanos en nuestras calles tiene una sola causa: la dictadura de izquierda venezolana dirigida por Maduro y Cabello. Y así como sin lugar a dudas que la economía y la sociedad colombianas van a experimentar la influencia positiva de tantos venezolanos que han llegado a nuestro país y traen consigo sus sueños, su honradez, su deseo de trabajar y progresar, también lo es que debemos ser muy conscientes de la suerte que le espera a este país de progresar tanto discurso populista encendido de odio, violencia y destrucción que estamos viendo y escuchando en estas épocas preelectorales. ¿Cuántos de los delincuentes venezolanos en nuestro país son soldados del régimen maduro castrista, infiltrados en Colombia para apresurar el “cambio” que se empieza a poner de moda en tantas mentes, particularmente las juveniles?
Los ciudadanos de bien debemos estar muy atentos al origen y propósito de este tipo de situaciones, para tomar decisiones correctas para nosotros, para nuestro país, para el futuro.
Post scriptum: muy interesantes y valientes las denuncias formuladas por la alcaldesa Claudia López respecto de si se está financiando la creciente violencia en las calles bogotanas. Es un tema para tener muy presente al acercarnos a las urnas el año entrante.
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