Hemos visto con mucho júbilo cómo en las últimas semanas el precio del café en Colombia ha aumentado hasta llegar a unos niveles muy favorables en el mercado local. Sin duda alguna este tipo de señales ayudan a incentivar a todos los caficultores de nuestro país para seguir fortaleciendo sus procesos productivos y mejorando día a día.
Este es apenas un síntoma de lo que se avecina para una industria que tanto le representa a nuestro país y a nuestra economía. La propiedad intelectual debe ser un elemento presente en todos los proyectos vinculados con la industria cafetera, ya que constituye la esencia y la fuente de generación de ventajas competitivas, y especialmente porque esos monopolios exclusivos que confieren los derechos de propiedad intelectual ayudan a establecer tarifas diferenciales en el mercado, generando valor agregado y sobre todo diferenciación.
Las Denominaciones de Origen, por ejemplo, ayudan a que esas características propias de una zona geográfica o de una región de nuestro país, junto con aquellas prácticas de cultivo, cosecha, recolección y producción de derivados únicas y tradicionales, signifiquen un mejor precio por la adquisición del producto en el mercado. Con estas herramientas se pueden realizar diferentes estrategias para el posicionamiento y para la entrada a nuevos mercados, fortaleciendo los esquemas asociativos, generando elementos de gobernanza que permitan una mejor administración de los recursos.
Las Denominaciones de Origen son el futuro de nuestra industria cafetera; ellas deberían movilizar hoy en día todos los esfuerzos de los empresarios cafeteros, incluyendo la mejora continua del café, desde sus etapas más tempranas hasta la generación de modelos de negocio de suministro de bebidas preparadas y alimentos derivadas del café. No es algo fácil, porque como todo en la vida se requiere esfuerzo, planeación y ejecución, pero es abrir un camino que impactará de manera positiva otros segmentos económicos, como lo son, el agroturismo, las tecnologías asociadas al café y la innovación en aspectos que hasta el momento se han mantenido inamovibles.
Uno de los aspectos que requiere cambios de manera urgente, tiene que ver con la administración de las Denominaciones de Origen, puesto que no se debe entender esta herramienta jurídica como una figura para restringir el mercado y la competencia, en nuestra opinión es todo lo contrario; Colombia debería ser un país con cientos de Denominaciones de Origen, para que cada región y cada sub-región (incluso cada finca) construya ese capital intelectual y permita posicionarse en mercados internacionales con verdaderos elementos diferenciadores.
La apuesta es a que, desde la etapa temprana de los proyectos empresariales que surgen alrededor del café, tengan en mente todo lo que se requiere para una Denominación de Origen y alisten sus recursos para conseguir este fin, no sólamente en cuanto a cultivo, procesamiento y producción, sino también en materia de mentalidad, gobernanza y estrategias colectivas de aprovechamiento. Estas iniciativas pueden hacerse realidad mediante estrategias tipo clúster que favorezcan esfuerzos grupales, pero que enaltezcan la individualidad, en las cuales se adopten modelos que han probado funcionar internacionalmente, por ejemplo la industria de los vinos, que a nivel mundial cuenta con al menos 2.597 denominaciones de origen protegidas, mientras que en la industria del café existen 126 registros, lo que nos revela el potencial de crecimiento que tenemos.
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