El caso de la muerte de Mauricio Leal y Marleny Hernández tuvo y tendrá una connotación y trascendencia muy alta en nuestro país, sin embargo, debemos decir que casos como estos, si bien no son comunes, tampoco son escasos y demuestran que en cualquier sociedad y clase social pueden ocurrir los crímenes más execrables.
Examinando lo eminentemente legal, debemos destacar la virtualidad como herramienta para poder materializar el principio de publicidad, entendido como aquel que se dirige a garantizar la transparencia, la imparcialidad y la rectitud en la administración de justicia, permitiendo que cualquier persona, todo ciudadano que así lo desee, pueda presenciar una audiencia pública.
La publicidad además va a decantar el ejercicio profesional, elevará a los grandes litigantes, que no se deben confundir con grandes oradores. La oratoria y la argumentación adecuada, clara, precisa y concisa son necesarias, pero sin respaldo del trabajo del equipo investigativo, sea de defensa o Fiscalía, quedará en simples palabras que se llevará el viento sin alcanzar ningún puerto que lleve a una decisión favorable al defensor o al acusador.
Se critica la emisión de audiencias por diversos medios o plataformas tachando de amarillismo este hecho, cuan equivocados están los que hacen estos señalamientos, ya que transmitir una audiencia y que la puedan ver más de 30.000 personas hace que podamos creer un poco en la salvación de un sistema con tendencia acusatoria que tantas heridas de muerte ha recibido y que aún, con respiración artificial, se resiste a morir.
Amarillismo sí es que se insista en tomarle fotos a un capturado que no ha sido vencido en juicio, con las esposas puestas, afectando su imagen y su presunción de inocencia; o que la Fiscalía filtre las evidencias o información que tenga para presentar en una audiencia de manera previa, poniendo en peligro el caso, la investigación y las garantías judiciales. Y que quede claro, la prensa está en su derecho de publicar o no lo filtrado, la responsabilidad es de quien realiza la entrega de elementos que en principio son reservados.
La publicidad de nuestro sistema y la transmisión de estas audiencias también son un canal de enseñanza para estudiantes y profesionales de derecho que podemos aprender de las buenas actuaciones para repetirlas y de las malas para no realizarlas.
La publicidad permitió ver una investigación eficaz, en equipo entre Policía Judicial y un fiscal sagaz, inteligente y preciso, también una defensa atenta y prudente ante los actos que tomó el camino adecuado y dejó ver que la víctima no siempre debe ser una voz que repita todo lo que diga la Fiscalía, que puede incluso tener hipótesis distintas a las del ente acusador.
La publicidad permitirá ver que la igualdad de armas no es real, como permitir que un procesado esté solo en una sala de audiencias ante más de 10 personas que son sus acusadores o que un capturado es mantenido detenido en la sede de quien quiere su condena, lo que más o menos equivale a meter un animal indefenso en una jaula de leones hambrientos.
La publicidad permitirá que se entienda por qué la Procuraduría es un invitado no deseado en nuestro sistema penal y que debe ser retirado del mismo a la mayor brevedad posible.
La publicidad también tiene defectos, la realización de juicios paralelos usando personas sin ningún conocimiento dogmático o procesal del caso que están explicando y por ende generando información errada, pero eso es fácil de corregir si todos los medios siguieran el ejemplo de Focus Noticias, por ejemplo, canal especializado en la transmisión de audiencias con periodistas con amplia experiencia en cubrimientos judiciales, acompañados de personas conocedoras del derecho penal.
La publicidad llegó para quedarse, eso sí usando el vestido que mejor le queda: la virtualidad.
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