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viernes, 28 de junio de 2024

La labor de los abogados, especialmente de los penalistas, es muchas veces malentendida y subestimada. Los defensores no solo nos dedicamos a proteger los intereses de nuestros clientes dentro de la normatividad vigente, sino que también debemos utilizar todas las herramientas procesales a nuestra disposición para lograr el mejor resultado posible. En ese sentido, somos defensores de Derechos Humanos, en la medida en que defendemos las garantías procesales de las personas, su libertad y su honra. El resultado de este ejercicio, contrariamente a la creencia popular, no siempre es la absolución total. En muchas ocasiones, un buen arreglo puede implicar aceptar cierta responsabilidad y realizar una reparación económica adecuada. Lo cual, garantiza también los derechos de las presuntas víctimas.

La imagen del abogado penalista como un gladiador moderno, dispuesto a luchar ferozmente en el campo de batalla judicial, tiene cierta verdad. Sin embargo, esta visión es solo una faceta de nuestro trabajo. Como bien refleja la célebre frase de la serie "Scandal", los abogados a veces deben ser gladiadores en traje. Pero en otras ocasiones, deben asumir el rol de mediadores. De hecho, mediar implica no salir a presentar denuncias o querellas a la ligera o porque sí.

La función de un abogado defensor no es crear incendios, ni avivarlos, sino controlarlos, apagarlos e incluso prevenirlos. Esta capacidad de anticipar y gestionar conflictos es esencial para mantener la justicia y que la misma sea usada adecuadamente. Saber decir "no" a un cliente para evitar que inicie una pelea es también parte fundamental de nuestra labor. Es crucial no darle alas a personas que quieren usar el derecho penal para fines políticos o de venganza, pues no solo es ético, sino que también salvaguarda los pilares de un Estado Democrático y social de derecho.

Por lo tanto, los abogados defensores somos mucho más que simples litigantes. Debemos equilibrar la defensa de nuestros clientes con los límites legales y la ética profesional. En una sociedad donde la presión y la expectativa pública pueden influir en la percepción de la justicia, es esencial que mantengamos nuestra integridad y profesionalismo. Actuamos siempre con la responsabilidad que nuestra profesión nos exige, protegiendo no solo a nuestros clientes, sino también el equilibrio y la equidad del sistema judicial.

*Iván Cancino, abogado litigante