Llegué algo tarde a la discusión sobre ChatGPT, pero como dijo Vicente Fernández “hay que saber llegar”.
Se preguntaba y se respondía a sí mismo el personaje interpretado por Woody Allen (Harry) en Deconstructing Harry: "¿[q]ué hay de malo en la ciencia? (…) yo entre el aire acondicionado y el Papa, prefiero el aire acondicionado", pues bien, en el caso de ChatGPT reemplazando la función del Juez y éste, por ahora, me quedo con el último.
Se ha hablado y criticado mucho sobre el inesperado acelerón que ha tenido la inteligencia artificial estos últimos meses y su injerencia en el sistema judicial. Se han escuchado aplausos para los que se han atrevido a implementarla, ejemplo la sentencia cartagenera usando el ChatGPT o la audiencia realizada en el metaverso; pero también se han leído críticos agazapados en la supuesta quietud y poco dinamismo del Derecho. Quien les escribe tiene la tesis Dworkiana de que quien dirige los casos, es decir, el Juez, debe ser una persona con altos conocimientos sobre Derecho y Justicia como axiomas de vida, que tiene un criterio lo suficientemente formado para determinar en qué escenarios es válido y necesario ese tipo de ayudas.
Estoy de acuerdo que se usen todos los avatares o metaversos que se consideren pertinentes si eso va a ayudar a dilucidar el problema y a brindar soluciones a los litigios, lo que no luce convincente es que dichos mecanismos se usen para ‘mojar prensa’ o abanderarse el uso de la tecnología a como de lugar. Si me preguntan a mí si era necesaria la audiencia en el metaverso que causó revuelo, mi respuesta será no, pero entiendo que los grandes cambios deberán empezar por la implementación de esos escenarios.
Dicho esto, aunque muchos crean que va a llegar un momento en que la inteligencia artificial reemplace por completo la función del Juez y profiera sentencias como producción en masa, creo que por ahora estamos bastante lejos de que eso pase. El Derecho no funciona como una receta exacta como cuando uno va a hacer un postre, que si te pasas de levadura estropeas la torta. En la dinámica que debe realizar quien imparte justicia están incluidos hasta sus elementos de juicio (subjetivos), adicional a la valoración de las pruebas allegadas al proceso, lo que se pretenda y lo que se excepcione, entre otros; lo cual, gracias a Dios, todavía el ChatGPT ni por ahí distingue.
Cierto es que esa herramienta servirá en eventos en que uno necesite buscar jurisprudencia, por ejemplo, pero como la función del Juez va mucho más allá de citar extensa jurisprudencia en las sentencias*guiño guiño*, por ahora estamos “a salvo”.
Creo que el análisis y la preocupación sí deberá venir cuando ChatGPT tenga la opción de proferir sentencias con la sensibilidad y el análisis con que lo hace un juez, o de amenazar con compulsa de copias (chiste flojo), para lo cual no estamos preparados, pero reitero, todavía no estamos en esos escenarios.
Adenda: Qué tremendo el Consejo de Estado decretando la medida cautelar de suspensión provisional del Decreto 227 del 16 de febrero de 2023 y qué descache tan bravo del presidente con esa perla.
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