Los Estados Unidos y muchas otras de las economías más relevantes vienen sufriendo en los últimos años un proceso de concentración de mercados que conlleva efectos adversos para los trabajadores y los consumidores. Dicha concentración se da fundamentalmente por dos vías: ya sea por la reducción neta del número de agentes activos en los diferentes mercados hasta una cantidad indeseable e insuficiente desde el punto de vista de la libre competencia, o porque la mayor parte de las ventas se concentran en no más de 2 o 3 jugadores de gran tamaño, que superan el volumen de ventas de los demás participantes.
La tendencia de concentración de mercados ha traído como consecuencia la pérdida de productividad de muchas empresas y la disminución de sus índices de inversión, con la consecuencia lógica de una reducción de la competitividad.
El instrumento que tiene mayor influencia en el aumento de los niveles de concentración es el de las fusiones y adquisiciones de compañías, pero no es el único factor. Existen otras causas complementarias como el crecimiento desbordado de regulaciones que tienen el efecto de proteger la continuidad de los agentes incumbentes y crear o agravar las barreras de entrada a los diferentes negocios de nuevos aspirantes.
Asimismo, tiene un impacto relevante en esta situación el papel poco activo de la mayoría de las autoridades de competencia del mundo en el fomento efectivo de la competencia. Sobre este temas son reveladores los estudios de Thomas Philippon (The Great Reversal: How America Gave Up on Free Markets, 2019), que en una mirada extensiva del mercado estadounidense, dejan notar que la pérdida de competitividad de las empresas estadounidenses ha venido aparejada de un aumento de las utilidad de todo el sector empresarial, las cuales han pasado de representar el 6% del PIB en los años 60s a más del 10% en la actualidad, incremento que se concentra en pocas manos, en no más de 8 empresas por sector.
En el caso colombiano urge darle un papel más protagónico a la difícil tarea de evaluar los niveles de concentración de los mercados principales del país y crear condiciones que favorezcan la llegada de nuevos competidores con capacidad real de “contestabilidad” frente a los actores con mayor poder de mercado. La tarea no corresponde en exclusiva a la Superintendencia de Industria y Comercio. (SIC), sino que implicaría un trabajo mancomunado con - 2 - otras dependencias estatales como el Departamento Nacional de Planeación y
los ministerios de cada sector.
La misión no consiste simplemente en generar retórica positiva en favor de la libre competencia, sino en implementar acciones concretas y continuas para asegurar el resultado final de que se incorporen nuevos jugadores a los mercados y se reduzcan los niveles de concentración existentes, medidos con base en los indicadores existentes (HHI, otros). Para ellos habría que fortalecerse el Centro de Estudios Económicos de la SIC y darle mayor prioridad la acción estatal orientada a evaluar los principales mercados del país o actualizar las evaluaciones ya existentes, pero no sólo con la orientación de medir los niveles de concentración, sino de establecer las causas principales por las que el respectivo mercado no tiene la dinámica o la diversidad
esperada.
A su vez, es necesario actualizar el marco conceptual que sirve de base para la evaluación de integraciones empresariales nutriéndolo con las líneas de pensamiento recientes que ven la necesidad de ir más allá del mero análisis económico del bienestar del consumidor. La SIC tendría que poner particular atención sobre los mercados en los que se han aprobado últimamente varias integraciones empresariales, pues obviamente son más susceptibles de verse afectados por crecientes índices de concentración, lo que impone su
priorización en la toma de medidas efectivas para contrarrestar dicho efecto.
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