¿Qué pasaría si la reforma laboral fuese hecha por personas capacitadas o, cuando menos, buscaran apoyo de especialistas?
El anterior epígrafe busca sintetizar lo que a mi juicio denota el mayor inconveniente que se presenta para los empleadores con la reforma laboral que actualmente cursa en el Senado de la República.
Para ilustrar lo anterior, basta preguntarse si ¿debería un agricultor indicarle a un cardiólogo la forma de realizar una cirugía a corazón abierto? Aun cuando la respuesta progresista, inclusiva y populista diría que sí o cuando menos escarbaría incansablemente en argumentos en tal sentido, lo cierto del caso, es que para la gran mayoría esto resultaría absolutamente desafortunado.
Surge entonces la duda, en medio del contexto político actual, de si los congresistas, que tienen la posibilidad de redefinir las normas que han regir las relaciones laborales en Colombia , ¿están preparados para hacerlo? y ¿qué tanto conocen sobre el manejo del personal?
En un país con distintas agremiaciones, observatorios y entidades de toda índole, que han señalado los posibles impactos negativos de la reforma, absoluta nitidez cobra la preocupación por parte del empresariado colombiano por las decenas de inconsistencias que tiene el articulado, que además no tiene en cuenta la diversidad entre sectores económicos o en muchos casos la racionalidad económica.
Entre los ejemplos clave que evidencian el desconocimiento del sector productivo está la propuesta de “laboralizar” el contrato de aprendizaje, incorporando prestaciones, vacaciones y afiliaciones completas. Esto aunque busca proteger a los aprendices y tiene un fin loable, desincentivaría su contratación, pues las compañías enfrentarían costos mayores, lo que podría llevarlas a optar por la monetización y disminuirían estas plazas, que hoy llegan a 12.650 aprendices registrados, según las recientes cifras de la Gran Encuesta Integrada de Hogares.
Otro ejemplo es la licencia por condiciones menstruales, que pese a que puede parecer un avance en equidad de género, podría reforzar los estereotipos de género en el entorno laboral y dar pie a una discriminación indirecta.
Esto, sin contar claro está, que hay varios artículos que deberían tramitarse como políticas públicas y no como cambios para el Código Laboral, pues de esta manera se podrían adaptar a las necesidades específicas de cada sector económico.
Es además alarmante, como con discursos falaces, crean discursos populistas y desde la comodidad del Palacio de Nariño o el Congreso de la República llamen a las calles a miles de personas para que se movilicen en pro de una reforma laboral que propende el trabajo decente y digno como quiera que su principal promotor quizás nunca ha generado un empleo formal y en caso de haberlo hecho siempre ha habido un vínculo inquebrantable con el erario público.
Es difícil o quizás imposible para una persona que solo tiene como objetivo dar discursos populistas, comprender cuan difícil es en Colombia no solo generar empleo sino garantizar el cumplimiento de normas que pareciera buscan entorpecer la actividad productiva del país.
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