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OPINIÓN

20 años del sistema penal acusatorio pero la justicia todavía no gatea

29 de enero de 2025

Juan David Bazzani

Socio Riveros Bazzani Abogados
Canal de noticias de Asuntos Legales

Alguna vez sostuve públicamente que una medida que podría impactar de manera positiva y definitiva el sistema judicial era que las audiencias comenzaran puntualmente. Con esto se ahorraría mucho tiempo de jueces, fiscales, investigadores, peritos, defensores y demás actores del sistema. Muchos se burlaron y las críticas no se hicieron esperar.

También un sector se burló del expresidente Barak Obama cuando dijo que una medida eficaz para reducir el consumo nacional de gasolina era que los propietarios de autos se aseguraran de que sus neumáticos estuvieran bien inflados. Al final, los expertos en energía le dieron la razón al expresidente demócrata. Estoy seguro de que si hiciéramos una medición del tiempo que se pierde por cada audiencia que comienza tarde encontraríamos una cantidad de horas hombre tiradas a la canea por un “inofensivo retraso”.

Hace varios años en la Fiscalía propusimos junto con el Consejo Superior de la Judicatura que se creara un sistema para que las citaciones judiciales se hicieran al correo electrónico de las partes. Se nos dijo que eso era imposible y que eso no iba a funcionar. Después de la pandemia no recuerdo que haya recibido un solo telegrama en la oficina y aunque algunas audiencias fracasan por razones tecnológicas, la mayoría de las citaciones llegan a su destinatario a tiempo.

De suerte que, si pensamos en soluciones sencillas y nos las tomamos en serio, con seguridad que el sistema judicial funcionaría mucho mejor.

Lo cierto es que el sistema acusatorio sigue sin cumplir con las expectativas de reducir tiempos y mejorar los indicadores de justicia. Veinte años después no se ha podido acabar con las pilas de expedientes que se arruman en los anaqueles de fiscalías y juzgados.

Se han aprobado innumerables reformas al Código de Procedimiento Penal para ayudar en la labor de la justicia y, aún así, nada ha pasado. Por eso, estoy convencido de que la solución a la crisis de la justicia no está en seguir cambiando las normas.

Algunos datos que compartíamos desde la Fiscalía con la Corporación Excelencia en la Justicia en el año 2018 revelaban que más del 91.3% de las condenas que logra el sistema judicial colombiano eran producto de capturas en flagrancia. Es decir, no eran el resultado de una robusta investigación de la Fiscalía, sino de la suerte de sorprender a un delincuente en el momento del delito. Otro dato que resulta revelador es que, para el mismo año, se encontró que del total de casos que la Fiscalía archiva, al menos el 45% se basan en la “imposibilidad de encontrar al sujeto activo”. Es decir que a pesar de que la Fiscalía sabe que ocurrió un delito, se rinde ante la investigación porque ni siquiera es capaz de ubicar al autor de la conducta.

En conclusión, es evidente que la Fiscalía es una entidad que cumple de manera muy precaria una de sus dos funciones principales: la de investigar. Y ojo que este no es un ataque a ninguna administración actual o pasada del ente acusador. Esta es más bien una crítica transversal a la historia de la Fiscalía desde que se fundó con la Constitución de 1991.

Lo cierto, es que pasados 20 años desde la llegada del sistema acusatorio y casi 35 desde la creación de la Fiscalía las cosas no mejoran y no parece que vayan a hacerlo. Llegó la hora de buscar soluciones diferentes, y de echar mano de las herramientas que hace 20 o 30 años no teníamos.

La inteligencia artificial es sin duda uno de esos recursos que muchísimo van a aportar a un nuevo enfoque de la justicia. Está comprobado, por ejemplo, que las inteligencias artificiales son capaces de hallar patrones en donde el ojo humano no puede verlos, al punto que hoy las IA son capaces de detectar algunas formas de cáncer incluso años antes de que el médico más entrenado pueda ver algo en una imagen diagnóstica.

Las técnicas de análisis de Big Data, el cruce de bases de datos no estructuradas y búsquedas de patrones en los cientos de miles de datos que están en poder de la Fiscalía mezclados con la IA seguro que ayudarán a mejorar mucho el rendimiento de las investigaciones. El Watson de la Fiscalía ya no necesita a Sherlock, sino a la Inteligencia Artificial.

En definitiva, el ente acusador debería avanzar a una era absolutamente digital en donde entrevistas, dictámenes, imágenes, datos personales y todo tipo de información de las investigaciones criminales hagan parte de un universo que pueda ser analizado para encontrar relaciones entre casos.

Me marcó una frase de Juan Carlos Echeverry en su libro ‘Salvar a Ecopetrol’, allí dijo que una “empresa petrolera bien manejada consiste en una estructura corporativa montada sobre una universidad”. Lo que quiso decir es que para que la actividad petrolera resultara exitosa, debía haber científicos estudiando día y noche sobre el comportamiento de los suelos y subsuelos para poder afirmar dónde hay más probabilidades de encontrar el tan anhelado ‘oro negro’. Pues bien, creo yo que lo propio ocurre la actividad de la Fiscalía General de la Nación. Si se quieren resolver grandes casos, tiene que montar una universidad sobre los miles de datos que se recogen del crimen día a día en nuestro país.

Solo así, creando semilleros de investigación de casos, es que tendremos esperanza de mejorar nuestras capacidades de investigación judicial y quizá podamos hacer que más casos sean el producto del trabajo investigativo de la Fiscalía y menos del azar. A ver si la justicia algún día camina o por lo menos gatea, pero que no siga quieta como hasta hoy.

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