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OPINIÓN

La demografía de la riqueza

18 de octubre de 2024

Juan Esteban Sanín Gómez

Socio Tax & Legal Forvis Mazars
Canal de noticias de Asuntos Legales

El mundo está cambiando en muchos sentidos y uno de ellos es la forma en que los Estados tratan a los dueños de los grandes patrimonios. Se ha vuelto común que muchos países adopten sentimientos “anti-capitalistas” o como lo denomina el Adam Smith Institute, una “cultura anti-prosperidad” (“anti-prosperity culture”).

Cada país es libre de dar la bienvenida o de rechazar ciertos grupos poblacionales cuando estos no representen sus ideales o comulguen con sus principios, pero deben saber que otros países -quizás más visionarios y astutos- aprovechan esa circunstancia para cimentar y construir las bases de su progreso de largo plazo.

Inglaterra está en el epicentro de esta realidad. Luego de que se anunciara el desmonte del régimen “Non-Dom” (o régimen de los “no-domiciliados”) que duró casi 235 años y que comenzó como la exoneración del gravamen a los ingresos de fuente extranjera de los nobles franceses que se radicaron en Inglaterra tras la revolución francesa, los billonarios empezaron a trasladarse a países como Irlanda, Italia (donde Milán es llamado “el nuevo Londres”), Portugal, Suiza, España y otros países de la Unión (o del área económica) Europea que tienen regímenes fiscales favorables para recibir inversionistas estratégicos.

Noruega también, en los últimos dos años, ha perdido a sus más grandes contribuyentes por causa del incremento en el impuesto al patrimonio (cuya tarifa pasó del 0.85% al 1.1%), del impuesto a los dividendos (hoy en el 37.84%) y del inminente impuesto a las salidas de patrimonio (“exit tax”). Casi todos los exiliados fiscales de Noruega se han convertido en residentes fiscales en Suiza, buscando simplemente más justicia en el trato recibido.

Irónicamente, dicho país por intentar recaudar 146 millones de euros en impuestos, terminó perdiendo un recaudo anual de 594 millones de euros dado el exilio de los contribuyentes, generando así una especie de curva de Laffer invertida.

Esta saga fiscal europea hace recordar la tiranía tributaria del entonces presidente francés François Hollande, quien estableció un impuesto de renta del 75% sobre la renta líquida que superara un millón de euros, lo que hizo que actores como Gerard Depardieu se exiliaran en Bélgica y que Emmanuelle Macrón -en ese entonces asesor- dijera que Francia era “Cuba, pero sin sol”.

Adicional a lo anterior, la migración de millonarios chinos y rusos, quienes dejan sus países por las tensiones geopolíticas y las restricciones y bloqueos a que se ven sometidos, generará una transferencia demográfica de la riqueza en el mundo.

Al paso que va, Colombia no está lejos de competirle -en el sentido desafortunado de la expresión- a los países antes mencionados. El aumento de la tarifa marginal máxima de renta para personas naturales al 41%, acompañado del aumento de la tarifa de ganancia ocasional al 20% (la cual se habría duplicado en el actual gobierno) y el desafortunado impuesto al patrimonio hasta por un 2% anual (indefinido) más el correspondiente a las personas jurídicas del 1.5% sobre activos fijos reales improductivos, ahuyentará definitivamente la inversión que tanto necesita el país.

Dicen que la basura de unos es el tesoro de otros, y como los tesoros le pertenecen (en parte) a quienes los encuentran, países como Emiratos Árabes, Estados Unidos, Portugal, Canadá, Uruguay, Australia y Panamá han desplegado todos sus esfuerzos para encontrar y atraer a estos nuevos residentes fiscales, lo cual redundará en mayor bienestar, desarrollo e infraestructura para sus comunidades.

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