Un argumento circular, un bucle infinito o una paradoja inacabable, eso terminan siendo los argumentos recurrentes para las siempre frustradas reformas a la justicia. En su gran mayoría micro reformas, las continuas modificaciones del sistema penal, bien sea en su parte general, especial o procedimental, giran siempre alrededor de los mismos puntos. El común denominador es el populismo. Siempre está presente bien sea como punto de partida, medio o fin. Esta tendencia política que siempre ha existido, pero en los últimos 30 años ha azotado ferozmente al sistema penal, ha desdibujado sus presupuestos esenciales, incluso la misma dignidad humana.
Endurecer y subir penas, erradicar beneficios, eliminar subrogados, crear nuevos delitos, darle más “dientes” a los entes de control, agravantes más demoledores, cuestionar la independencia y la imparcialidad judicial, reducir al sujeto a su mínima expresión humana.
Es triste ver cómo desde la misma ignorancia, muchas veces oportunista desde lo político, o en otras, por pésimas asesorías, se desarrollan proyectos que buscan captar incautos, circunscribiendo indignaciones y explotando los sentimientos más profundos de rabia que se generan en la sociedad, frente a crímenes macabros que despiertan la sensibilidad humana a su máximo esplendor.
Es curioso que a pesar de ser contundentes las supuestas soluciones, los fenómenos criminales sigan en aumento y la justicia se encuentre cada vez más colapsada. Basta ver los tristes ejemplos recientes de violencia contra menores de edad. Dos casos tristemente célebres, en vigencia de la supuesta solución para todos estos males, la cadena perpetua. Que, de paso, muy seguramente, será declarada inexequible por la Corte Constitucional por su aberrante sustentación jurídica. Algo debe estar funcionando mal.
Nos siguen ofreciendo las mismas soluciones fracasadas para los mismos problemas. Claro está que la retórica de la retribución siempre será más atractiva, pero ¿Hasta cuándo resistirá? ¿Cuándo dejará la sociedad colombiana de apoyar los cantos de sirena? ¿Necesitaremos que todos los delitos tengan pena de muerte o perpetua? ¿Llevaremos las cárceles a peores niveles? ¿Será posible?
Por más rentable que sea la violencia judicial, hay que apuntar al verdadero responsable de un sistema judicial desajustado y desequilibrado, la impunidad. Este fenómeno no es otra cosa que los casos que la ciudadanía presenta al Estado no tienen solución. Ni se investigan ni se juzgan. Entonces debemos preguntarnos porque esto sucede. Es claro que no hay una única razón. Pero lo que si es cierto es que todo mejoraría con un desarrollo político criminal acertado en las políticas legislativas. Esto implica abandonar el populismo punitivo. Tenemos que buscar como sociedad eliminar la congestión judicial, despenalizar bastantes conductas, restablecer la gravedad diferencial de las penas, alejarnos del mero retribucionismo, buscar el respaldo económico que requiere la justicia, rescatar las demás ramas del derecho y dejar para lo penal lo más sensible y grave.
Desde lo práctico, eliminar las barreras enormes entre las instituciones y la gente. ¿Cómo va a sentirse un ciudadano cuando la Fiscalía desde el inicio de la pandemia ni le responde los correos? Yo se los adelanto, impotencia impune.
Destacado:” ¿Necesitaremos que todos los delitos tengan pena de muerte o perpetua?”.
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