Desafortunadamente nuestra cultura tiene inmerso un componente importante del fenómeno del “usted no sabe quién soy yo”. Esta cultura bastante arcaica, tiene como premisa fundamental que existe un grupo de personas que tienen una especie de “derechos superiores” por su condición social o económica, generalmente derivada de triunfos pasados o de logros de generaciones anteriores. Afortunadamente, esta cultura se ha ido replanteando lentamente en nuestro país y está visión es cada vez menos aceptable.
Pues bien, creo que a los servicios legales le está ocurriendo algo parecido. Se han empezado a forjar firmas de abogados o proyectos de servicios legales nuevos de todas las clases, tamaños y especialidades que han empezado a cambiar el panorama de la prestación de servicios legales en Colombia.
Este fenómeno, en mi opinión, se está forjando en gran medida porque existen abogados jóvenes, talentosos, trabajadores y ambiciosos que están dispuestos a “arriesgarse” y crear su propia práctica legal, vincularse a otra firma o unirse con otro grupo de abogados para crear su propio proyecto de vida. Esto ha significado que la consecución de clientes se esté basando, cada vez más, no en la marca de la firma de abogados, o en que “hemos trabajado en las más importantes transacciones en los últimos 20 años”, sino en la dedicación al cliente, la eficiencia en la prestación de los servicios y en la calidad del producto final.
No me mal interpreten, obviamente la experiencia y los recursos de las firmas de abogados continúan siendo muy importantes para los clientes y un claro factor diferenciador, pero el trabajo de calidad, eficiente y sobre todo el servicio al cliente, están siendo en realidad un componente de gran importancia para conseguir clientes y, más relevante aún, para mantenerlos. Aquellos tiempos donde el socio, muy prestigioso, aparecía únicamente en la reunión inicial con el cliente y en el cierre, o con tiempos de respuestas lentos, están siendo castigados severamente por los clientes. Por el contrario, aquellos abogados dedicados, con tiempos de respuestas eficientes y que están dispuestos a ir a la “milla extra” por ganarse un mandato, están siendo recompensados.
En mi opinión este fenómeno tiene por lo menos tres grandes ventajas: (i) está obligando a las firmas de abogados más tradicionales a replantearse sus esquemas de administración, de sucesión y de compensación con el talento más joven. Los abogados están pidiendo pista, con planes de carrera claros y participación en la toma de decisiones y, como se ha demostrado en los últimos años, si no están conformes, se han arriesgado a formar su propia práctica o se han vinculado a otras firmas; (ii) la competencia, como es obvio, mejora la calidad de los servicios legales en beneficio de los clientes; y (iii) como consecuencia de lo anterior, los abogados recién egresados o iniciando sus carreras tienen en este momento una variedad de opciones en donde comenzar a ejercer, pudiendo escoger entre firmas de abogados de todas las especialidades, tamaños y culturas.
Así mismo, el comienzo del fin del “usted no sabe quién soy yo” en los servicios legales también ha empezado a implicar un cambio en la innovación, en la cultura de las firmas de abogados y en la importancia de la visión de factores diferenciadores como la tecnología en la prestación de los servicios legales, la inclusión y el trabajo probono.
Así que colegas, en vez de preocuparnos tanto por los rankings, pongámonos a trabajar en beneficio de nuestros clientes porque éstos están revisando con lupa que tan eficientes, dedicados y talentosos somos. Bienvenida la competencia, bienvenido el talento joven y que una tajada importante de los principales mandatos lo obtengan los mejores prestadores de servicios legales en franca lid. Bienvenido el comienzo del fin del “usted no sabe quién soy yo”.
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