En las diferentes etapas de su historia, Colombia siempre ha sido un país de emprendedores. Grande es la dificultad para lograr la conexión plena y operativa de los extensos y variados territorios que la componen. Una economía dependiente del café, el petróleo y el carbón en las diferentes etapas de su devenir económico con sus respectivas crisis de precios nos han obligado a repensar el rumbo. Los arrieros y otras muestras de pujanza y emprendimiento se destacan en momentos estelares de crecimiento y progreso.
Nuestra historia y sus complejidades han gestado en los colombianos, no solo un espíritu de pujanza, de solucionar los problemas del día a día por cuenta propia y de ser altamente creativos a la hora de imaginar soluciones y mantenerse vigentes como comunidad en el concierto internacional.
Hoy varias empresas de origen colombiano tienen más de 100 años de historia: el Ingenio Manuelita (1864), Avianca (1919), Rafael y Castillo en Cartagena (1939), Banco de Bogotá (1870), Colseguros (1874), JGB (1875), Corona (1881), ETB (1884), El Espectador (1887), Empresa de Energía de Bogotá (1889) y Bavaria (1889). Eso comprueba que la economía nacional ha sido proclive al emprendimiento y a asumir nuevas conductas provenientes de circunstancias como la pandemia y el avance tecnológico. Ahora el nuevo reto de la economía colombiana, no es solo causada por el covid-19 sino que la economía es tecnificada, globalizada. Nuestros emprendedores compiten en mercados a nivel internacional. Las tecnologías de las comunicaciones han acercado un abanico de opciones para el consumidor y la oferta de productos y servicios es cada vez más amplia y circula por novedosos canales soportados en aplicaciones tecnológicas inimaginables una década atrás.
Cifras de 2019 nos señalan que en el mercado nacional se comercializaron aproximadamente 9.46 millones de celulares inteligentes por un valor de $6.19 Billones.
Hoy el sector privado, la academia y el sector público son conscientes de que el futuro será jalonado por la ciencia, la tecnología y la innovación. Para ello, no solo se requiere conectar a internet a todos los colombianos también se requieren de cambios profundos en el modelo educativo y de desarrollo económico. Debemos adecuar nuestra legislación sin desordenarla. Por poner un ejemplo en el marco del covid-19 más de 700.000 funcionarios modificaron sus ejercicios laborales para ejercer a través de teletrabajo. Más de ocho millones de niños y jóvenes nacionales continuaron su formación a través de medios virtuales y aproximadamente dos millones de trabajadores del sector privado han hecho lo propio.
De lo anterior es de resaltar que la riqueza nacional ha sido provista por un crisol de migrantes, indígenas, afrocolombianos, que han permitido el desarrollo económico nacional y que hoy se ven reflejados en el desarrollo tecnológico, el emprendimiento y la economía naranja.
La realidad que establecerá como modo de vida la sindemia que empezamos a integrar a nuestras vidas no impedirán que nuestra Colombia retome su rumbo de crecimiento y progreso enfrentando y superando como lo ha hecho desde siempre las dificultades que a veces parecen insuperables.
No lo son ni lo han sido nunca para el pueblo invencible que nutre nuestra Colombia.
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