El estudio “Fintech en América Latina y el Caribe” lanzado este año por BID y Finnovista, hace un juicioso e interesante análisis sobre la evolución reciente del sector en la región. Entre otros puntos, registra su continuo crecimiento y contribución al desarrollo, inclusión y bienestar de las sociedades, al incorporar innovaciones en la prestación de servicios financieros.
En ese sentido, presenta los principales segmentos de la industria, la inversión y financiamiento en el sector, el aumento de los bancos digitales, la contribución del sector fintech a la inclusión financiera, el rol de las mujeres en el sector, el entorno competitivo y la evolución de la regulación, entre otros.
Aterrizando el análisis al caso colombiano, el estudio registra que después de Brasil y México, nuestro país es uno de los mayores mercados fintech de la región, ya que desarrolla una importante actividad empresarial en distintas verticales de la industria. Este es, desde nuestra perspectiva, el resultado de distintos factores que han creado un ecosistema propicio para ese avance, incluyendo: la capacidad del emprendimiento local, la atracción de inversión, los desarrollos del sistema financiero tradicional, las crecientes alianzas entre éste y empresas fintech, el interés de plataformas regionales e internacionales en nuestro mercado, el ambiente institucional público propicio para la innovación y el desarrollo del marco regulatorio.
En este último frente, y a riesgo de no incluirlas todas, normas como las de financiamiento colaborativo, sandbox regulatorio, inversión en empresas de tecnología financiera, sistemas de pagos, corresponsalía digital y recientemente banca abierta, así como los instructivos y proyectos emitidos por el supervisor en distintas materias, entre ellas criptoactivos, han conformado un marco propicio para este desarrollo.
Esa destacada posición de Colombia en el sector se palpa día a día en la prestación de servicios financieros: hay más instituciones en el mercado local, entre ellas ‘neobancos’, con distintas propuestas de valor; consumidores que tienen productos más sofisticados y amigables; incremento en el uso de la información y de nuevas tecnologías; más alianzas entre empresas fintech e instituciones tradicionales, así como la necesidad de administrar riesgos operativos y de ciberseguridad.
La transformación ha planteado para los abogados de la industria financiera importantes oportunidades y retos. En primer lugar, hemos tenido que hacer una verdadera inmersión en modelos de negocio e infraestructuras novedosas, conociendo las características y atributos de las nuevas tecnologías. Somos testigos de procesos de construcción regulatoria en los que, como en otras latitudes, se han revisado pilares de la regulación financiera, como ha ocurrido por ejemplo en los esquemas de sandbox regulatorio. Esto ha permitido además que, ante esta realidad en cambio constante, el rol del abogado adquiera especial relevancia como elemento facilitador que propende por el desarrollo de modelos de negocios innovadores, velando por la observancia de la normativa y mitigando la ocurrencia de riesgos de naturaleza legal.
Este es un proceso de continuo aprendizaje, que supone que nos aproximemos a los actores y partícipes, a los innovadores, a la regulación financiera, sus reglas prudenciales y los supervisores, implica que seamos recursivos, propositivos y nos involucremos. También, que identifiquemos adecuadamente desafíos y dentro de lo posible, presentemos soluciones y, sobre todo, desde nuestro rol, impulsemos el desarrollo de una industria que en Colombia, como lo indica el estudio mencionada, tiene todo el potencial para adquirir una privilegiada posición en la industria fintech regional.
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