Dado que el espacio es limitado, dicho ejercicio será simple, pues sólo tomará dos puntos de referencia. Esta columna comparará dos vivencias específicas en ciudades distantes: Medellín y Boston.
En Colombia mucho (en exceso) se habló del “fenómeno de El Niño” para hacer alusión a una sequía que afectaría directamente al territorio nacional. Se hizo referencia a efectos catastróficos y se esperaba que el suelo ardiera como nunca lo había hecho en las zonas rurales, e incluso urbanas.
Eso nunca pasó. Por lo menos, no a la escala anunciada y tampoco fue un fenómeno que se pudiera generalizar para el país. Instituciones como el Himat y el Ideam (Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales) pronosticaron los días más secos en la historia del país. Tales momentos no llegaron. Al contrario, una ciudad como Medellín se caracterizó por el clima templado, en ocasiones frío, y reiteradas lluvias. Es decir, lo opuesto a las predicciones.
En Boston, el jueves anterior, se escuchó por diversos medios de comunicación, que el National Weather Service tenía prevista una tormenta de nieve (blizzard) para el día sábado a las 4:00 p.m. que además iría hasta el domingo y, aproximadamente, a la 1:00 de la tarde iría a terminar.
Dicho y hecho. Quizá la predicción más exacta nunca antes evidenciada por quien escribe. Siendo las 3:00 p.m. del sábado empezó a nevar. A las 6:00 p.m. la nieve se hallaba en su furor. La mañana del domingo fue caótica, pero a la 1:00 p.m. salió el sol. Todo había terminado.
Los anteriores son datos simples, quizá anecdóticos, pero absolutamente categóricos de cómo funcionan las cosas en los dos hemisferios. En Medellín (o mejor en Colombia), el grueso de los pronósticos estuvieron errados. No hubo el verano anunciado -con las debidas excepciones en el norte del país.
En Boston, no hubo equivocaciones. Todos acertaron en sus predicciones. Se concluye que en Colombia las instituciones que “predicen” el clima ni son útiles ni tienen credibilidad para ello. ¿Las razones? A diferencia de lo que sucede en Estados Unidos, en Colombia su ubicación tropical hace que las predicciones sean más complejas. En realidad hay que anotar que predecir en el trópico es una labor titánica. No obstante, ello se combina con una sociedad que se acostumbró a recibir informaciones falsas todo el tiempo y a no refutar ante el engaño.
Además, con la debilidad institucional del país todo parece indicar que las entidades nacionales no poseen la capacidad técnica para informar con la debida certeza. Es común ver en los medios a muchos personajes ofreciendo “pronósticos aventurados” frente al clima: normalmente “hay probabilidades de que todo pueda suceder”.
En definitiva, las razones para estas diferencias tan profundas entre los dos sistemas de (predicción climática), radican en el carácter de las instituciones, en su capacidad, códigos de trabajo y, lo más importante, en las exigencias que hace la sociedad para que las mismas funcionen.
Aunque ya ha pasado mucho tiempo desde la publicación de “Why Nations Fail?” (“¿Por qué fracasan las naciones?”), allí sigue estando la respuesta. Sin caer en el institucionalismo exacerbado, mientras no se alcancen niveles aceptables de solidez institucional, el país seguirá dando tumbos.
Medellín hoy amanece con probabilidades de lluvia. En Boston ya saben que a las 6:37 a.m. habrá sol.
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