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Legislación

Anna Delvey, la estafadora alemana que firmó millonario contrato con Netflix

Durante su condena entre rejas, escribió un diario dando consejos a Donald Trump y a Harvey Weinstein sobre los fiscales

20 de enero de 2022

Diarios Ripe


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Esta supuesta millonaria alemana estafó durante años a los que se cruzaron con ella. Ahora, espera su deportación en prisión tras firmar un contrato millonario con Netflix.

La fascinación por Delvey, de 30 años y cuyo nombre real es Anna Sorokin, tuvo un efecto inmediato. Unos disimulaban haberla creído, otros alababan su talento para el engaño y su nombre se coló en todo tipo de chascarrillos aquella primavera.

El artículo en cuestión fue el tercero más leído del año de la revista. Y escaló al primer puesto en marzo de 2019 cuando comenzó el juicio contra ella por defraudar US$275.000 a hoteles de cinco estrellas, bancos y a unos amigos que no dudaron en cantar.

Sorokin fue condenada a entre 4 y 12 años de cárcel por sus engaños. Internada en la cárcel femenina de Rikers, en la isla del mismo nombre situada entre el Bronx y Queens, salió en libertad condicional en febrero de 2021. Durante sus casi tres años entre rejas, se buscó problemas por sus aires de diva y escribió un diario dando consejos a Donald Trump y a Harvey Weinstein de cómo tratar con los fiscales de Nueva York que les perseguían a los tres. Su leyenda no hizo más que aumentar.

El mundo está ahora a punto de conocer sus andanzas gracias a la serie de Netflix Inventando a Anna, que se estrena el próximo 11 de febrero, y protagonizan la actriz Julia Garner, en el papel de la estafadora, y Anna Chlumsky, la niña de My Girl, como la reportera Jessica Pressler que la dejó al descubierto.

Tan jugosa era la historia que Netflix tardó once días en comprar los derechos del artículo de The Cut, contratar a su autora, a la propia Sorokin y escoger a Shonda Rhimes, creadora de Anatomía de Grey y Scandal, para dirigir la serie por unos asombrosos US$100 millones.

¿Cómo fue posible?
Todo comenzó en París. En el verano de 2013, Sorokin viajó desde la ciudad de las luces a Nueva York para asistir a la Semana de la Moda como becaria de la revista Purple, ya con el pseudónimo de Anna Delvey. Lo que vio allí le fascinó. Consiguió que la publicación la transfiriera a la ciudad de los rascacielos, hizo acopio de contactos, husmeó la debilidad por el brillo del dinero y, poco después, abandonó el trabajo para dar forma a su nuevo proyecto.

Empezó a presentarse entre las élites de Manhattan como la supuesta heredera alemana de una fortuna de US$67 millones dispuesta a hacer realidad su sueño de abrir un club exclusivo dedicado al arte contemporáneo. Se llamaría Fundación Anna Delvey (ADF) y tendría su sede en el histórico edificio Church Missions House en alquiler, en la esquina de Park Avenue con la calle 22. Su objetivo era conseguir US$40 millones.

Para convencer a los inversores y mantener la farsa, se alojaba en hoteles de cinco estrellas en el Soho, su área de operaciones; repartía generosas propinas, vestía marcas de lujo y no se perdía un evento hasta llegar a ser considerada una socialité de la noche neoyorquina.

Todo ello bien documentado en su cuenta de Instagram, donde aparecía junto a personajes como el magnate inmobiliario Aby Rosen, el chef de su restaurante de lujo favorito, Le CouCou, Daniel Rose; el actor Macaulay Culkin o Gabriel Calatrava, hijo del arquitecto español Santiago Calatrava, a quien engañó para elaborar el proyecto de su galería de arte.

El fin de la farsa
Las relaciones sociales eran el único aval que le permitía acceder al crédito. Sorokin pedía dinero prestado a sus amigos bajo la excusa de que los obstáculos burocráticos no le permitían mover su fortuna de Europa a EEUU. Luego se le olvidaba devolverlo. También se dedicó a presentar cheques falsos ante los bancos para obtener fondos con los que pagaba sus caprichos.

Cuando vio que nadie iba a invertir en su fundación, comenzó a crear estados de cuentas bancarias falsas para demostrar que tenía acceso a 68 millones en cuentas suizas. Presentó la documentación al City National Bank y al Fortress para solicitar créditos por unos 22 millones. Pero los papeles despertaron las primeras sospechas y tuvo que retirarlos no sin antes conseguir un crédito de US$100.000 de la primera entidad.

Pero el castillo de naipes se derrumbó cuando fue desalojada del hotel 11 Howard por los impagos. Tras abonar US$30.000 , se mudó al hotel Beekman, donde dejó una deuda de US$11.518, y más tarde al hotel W New York Union Square. Tan solo dos días después, ambos establecimientos presentaron una demanda contra ella por impagos.

Justo antes de caer en manos de la justicia, viajó a Marruecos con su amiga Rachel DeLoache Williams, editora de fotografía de Vanity Fair USA, a quien le dejó una deuda de US$62.000 por los lujosos gastos. Fue ella quien le dio la noticia de que su deseado edificio había sido alquilado para la sede del museo Fotografiska y le avisó de que era momento de parar. Más tarde escribió un libro de título Mi amiga Anna.

La arrestaron el 3 de octubre de 2017 en una operación encubierta cuando estaba alojada en Passages Malibu, un centro de rehabilitación de adicciones en California. Delvey, en realidad se apellidaba Sorokin, y era la hija de una familia de clase trabajadora rusa, que se había mudado a Alemania cuando ella tenía 16 años, y que ahora asegura estar en la ruina.

Su historia no saltó a la prensa hasta siete meses después de ser detenida cuando ya había negociado su contrato con Netflix. En junio de 2018, recibió un primer pago de US$30.000 de la plataforma. Más tarde, las transferencias subirían a US$320.000. Esto provocó que, por primera vez en casi 20 años, se activara una controvertida ley de Nueva York, diseñada para evitar que los delincuentes condenados se beneficien de su delito. Sus beneficios están congelados para pagar a los damnificados.

"Estoy de vuelta", anunció Sorokin en sus cuentas de Twitter e Instagram, cuando salió de la cárcel hace un año. Tras un mes documentando con descaro su retorno los hoteles y los bares de Nueva York, volvió el silencio. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) la detuvo por quedarse en el país con la visa caducada. Lo último que se sabe de ella es que sigue a la espera de su deportación en una prisión de Nueva Jersey

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