Derivado de los acelerados y drásticos cambios que hemos afrontado en estos dos últimos años, que obligan a replantear los esquemas y condiciones de trabajo y sus efectos colaterales traducidos en las nuevas dinámicas laborales, se ha evidenciado un reto importante respecto a la protección de los secretos empresariales.
Recientemente, en un informe entregado por la Unidad de Inteligencia de la revista The Economist, quedó demostrado que la digitalización documental ha sido una fuente principal de fuga de información debido a su fácil acceso.
Según la revista, la gran mayoría de los trabajadores no cuenta con la capacitación idónea, las políticas claras, los procedimientos adecuados y las órdenes impartidas para almacenar y proteger adecuadamente la información que usan en su trabajo diario. La informalidad en los procedimientos dentro de las nuevas modalidades de trabajo remoto, sumada a la implementación de las nuevas tecnologías de la información y su traspaso de persona a persona, se han convertido en el mayor riesgo de robo o pérdida de información, abonando el terreno para la exposición accidental o apropiación intencional de los secretos empresariales.
Este valioso estudio entregado por The Economist mostró que el trabajo remoto, en cualquiera de sus modalidades, sumado al descontento laboral derivado de la crisis global, a causa de todas las condiciones adversas concomitantes y sobrevinientes a la pandemia, traducidas en muchos casos en la baja o nula fidelidad laboral y sumado a la desconexión con el ADN de la organización empresarial, han sido los principales riesgos identificados como causas en la fuga y apropiación de ideas, pérdida de información confidencial y revelación de secretos empresariales.
El diseño y puesta en marcha de unos adecuados esquemas que controlen el desarrollo de la relación laboral a través de una línea de tiempo se vuelve una tarea urgente y prioritaria. Desde la etapa de reclutamiento hasta su terminación, aplicando métodos adecuados de contratación, incluyendo cláusulas contractuales y acuerdos de confidencialidad ajustados a las necesidades particulares de protección, sumado a los reglamentos internos de trabajo y la puesta en práctica de las políticas acordes a la dinámica empresarial, definitivamente van a permitir mitigar considerablemente el riesgo de fuga de los secretos empresariales.
Sumado a lo anterior, es vital que las cláusulas inmersas en los acuerdos de transacción para la adecuada terminación de la relación laboral incluyan los compromisos claros y delimitados, buscando desalentar el uso de información privilegiada y secreta. Es común en muchos casos que los acuerdos confusos e inadecuados, se convierten en un factor de riesgo sobreviniente en la apropiación indebida de la información.
La conclusión contundente de esta realidad nos muestra que los modelos de trabajo remoto llegaron para quedarse, y nos imponen nuevos desafíos en materia contractual laboral. La tecnología será una gran aliada en el crecimiento empresarial, pero también nos enseña que subestimarla puede ser el camino directo hacía la pérdida de lo más valioso de las nuevas creaciones, de las grandes ideas y de secretos empresariales. Las nuevas medidas no dan espera, son parte de la visión y estrategia que se debe poner en marcha para estar acorde con la nueva era virtual laboral.
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