La semana pasada ocurrieron dos hechos que empiezan a guiarnos por el camino de la integración en el fútbol, hablo de la igualdad hombres mujeres y el derecho de las mujeres a participar en el fútbol. El primero y más notorio fue que el partido de la Súper Copa Europea fue dirigido por tres mujeres que sin mayores inconvenientes, pitaron el partido entre Liverpool y Chelsea y los jugadores de manera totalmente natural jugaron sin hacer ninguna diferencia por el hecho de sus jueces eran mujeres; igual trato e iguales resultados, ningún problema.
Por otra parte, la Corte Constitucional en sentencia T-366 de 2019 tuteló el derecho a la no discriminación y a la igualdad de la menor María Paz Mora contra la organización del fútbol colombiano (Federación Colombiana de Fútbol, Dimayor y Liga de Fútbol de Bogotá).
María Paz, una niña que desde los tres años juega al fútbol como arquera, participó con un equipo conformado mayoritariamente por niños varones en un importante torneo y durante tres partidos, el equipo de María Paz jugó y ganó; entre otros aspectos por la gran actuación de su arquera. Para estos encuentros María Paz jugó con su equipo en condiciones de igualdad con todos los niños del torneo, seguramente recibió balonazos y dio patadas, es fútbol.
A partir de ese momento, seguramente por la calidad de María Paz, varias personas de otros equipos demandaron los partidos aduciendo “inscripción irregular”, lo que al final resultó en la expulsión del equipo en mención y la pérdida de los tres partidos por marcador de 0-3, ganados deportivamente en el campo de juego.
Durante más de cinco años María Paz, jugó como arquera en todos los torneos de su categoría, tapó, en muchos casos ganó y en ningún momento se vio enfrentada a actos como el ocurrido y que generó la tutela. Siempre se decía que no era bueno para una niña jugar con niños, que le podían hacer daño, etc. La realidad es que por edad, y esto lo confirma Fifa, hasta más o menos los doce años no existe mayor inconveniente en el fútbol mixto, físicamente niños y niñas son iguales y salvo por temas culturales, están en igualdad de condiciones para jugar al fútbol.
Ahora bien, lo ocurrido en el caso no es un tema de riesgo. Y si lo hubiera, la jugadora asume dichos riesgos entendiendo que contará con un buen árbitro que con el reglamento en la mano, evitará cualquier acto violento no solo en contra de ella sino de cualquiera de sus compañeros de equipo. Quien propine un codazo en el pecho a un jugador - hombre o mujer - debe ser expulsado; no por “a quien” golpea, sino porque la falta en si misma da para expulsión.
El problema acá es el mensaje de las decisiones que se tomaron en este caso, porque una cosa es que se inscriba y juegue una niña arquera y otra, que un equipo infantil gane, con una niña arquera. Parecería que al equipo de María Paz, se le permitió inscribirla con la supuesta (e imaginaria) ventaja que otorga “tapar con una niña” y al ganar, se desencadenó la expulsión del equipo del torneo. Para ganar por reglamento lo que no se obtuvo en la cancha.
Una de las mayores garantías para la integración de sexos en el fútbol no es la segregación, sino la correcta aplicación de los reglamentos en armonía con el espíritu deportivo.
Conviene desde edades tempranas reconocernos como personas, ya que al menos durante la infancia, nuestra única diferencia está al sur del ombligo y no en la habilidad de mover los pies y atajar con las manos.
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