Empecemos por la brutal agresión que sufrió Jarlan Barrera, jugador colombiano de la selección Sub-20, en el Suramericano de Uruguay, cuando el argentino Lucio Compagnucci casi le saca el ojo en una situación totalmente ajena al juego de manera prácticamente delincuencial. De no ser por las cámaras de televisión, este hecho habría pasado desapercibido y totalmente impune.
Llama la atención como algunos dirigentes deportivos argentinos “apoyan” a un jugador que actúa en contra de los valores del fútbol, en general de la decencia y que agrede, sin balón, a un compañero, con la sola intención de causar daño, en este caso logró al rallarle la córnea. Debió actuar de oficio la Conmebol pues tal acción no estaba en el informe del árbitro y por tanto se puede decir que no existió. Tres fechas como sanción me parecen insuficientes para tal conducta malintencionada y gratuita que solo pretendía causar daño. Fuera de un partido de fútbol esta acción iniciaría un proceso penal por lesiones personales, personalmente creo que aún dentro del terreno de juego, por ser un acto totalmente ajeno al fútbol y al propio reglamento debería ser analizado y tratado bajo la órbita del derecho penal.
En otro campeonato otra acción desapercibida por el árbitro en la que el jugador turco Arda Turam de manera deliberada tira un zapatazo al juez de línea en el partido por los cuartos de final entre el Atlético de Madrid contra el Barcelona FC. La malísima puntería del turco fue lo mejor que le pudo haber pasado no solo al juez de línea que no fue golpeado, sino al propio jugador pues el comité de disciplina en este evento no sancionó de oficio pues al parecer lo malo no es tirarle un zapatazo al árbitro, sino pegarle. Diferente fue el resultado para el jugador del Granada Dani Benítez, de mejor puntería, que al final de un partido contra Real Madrid lanzó un botellazo al árbitro con tan mala fortuna para los dos que esta vez el lanzamiento logró su cometido; tres meses le impuso el comité de disciplina. Como jurisprudencia quedaría que un zapatazo o botellazo al juez si no lo alcanza solo da amarilla, en este caso se premia la mala puntería sin importar la mala intención del jugador.
Menos folclórica fue la expulsión y posterior sanción de Cristiano Ronaldo por una falta sin pelota en contra de un jugador del modesto club Córdoba de la primera división española. Nuevamente el árbitro no vio manotazos y malas artes del portugués y solo fue sancionado con dos fechas, curiosamente las necesarias para que pudiese jugar el partido contra el Atlético de Madrid. Una situación idéntica al jugador Ayza Gámez, menos mediático y en un equipo modesto le costó tres fechas de sanción
Finalmente varios periodistas colombianos claman por que la comisión disciplinaria castigue fuertemente al paraguayo Marco Lazaga por lograr el gol que le permitió al Cúcuta Deportivo ascender a la primera división del fútbol colombiano con la mano; se olvidan que esta situación ya ha sido tratada por los más altos tribunales del fútbol en los casos de Maradona y Thierry Henry que lograron clasificaciones importantes sin que nunca se busque sancionar al jugador y mucho menos repetir el partido como claman algunos periodistas deportivos
Ya se ha tocado en otras columnas que el árbitro cada vez es más lento en términos absolutos que los jugadores y cada vez lo será más, por edad, por preparación y por número, un solo árbitro debe vigilar, con ayuda de otros dos o tres mal ubicados la conducta de veintidós súper atletas con diferentes motivaciones y formas de ver el fútbol; por otra parte las nuevas tecnologías permiten descubrir hechos y acciones prácticamente imposibles de captar por el simple ojo humano.
Se debería reglamentar la forma en que las comisiones disciplinarias analicen de oficio jugadas no contempladas por el árbitro, con el propósito de prevenir hechos que cada vez son más frecuentes.
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