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OPINIÓN

Colombia acabó con lo que creó el mundo: ¡el tren!

04 de octubre de 2014

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Hoy, menos del 35% de esa red se encuentra funcionando cual museo decorativo únicamente con fines turísticos y de transporte de carbón. 

Sumado a los evidentes atrasos en obras públicas y mallas viales a lo largo y ancho del territorio nacional, los gobiernos centrales de turno han prometido hasta la saciedad sobre la urgente intervención a los sistemas férreos del país. 

El atraso es tal, que pueblos históricamente reconocidos como paraderos obligados, ya no pueden albergar el exótico sonar de las chimeneas rodantes en las recordadas horas que sus habitantes solían esperar.

Es lógico que en las campañas presidenciales exista un revuelo sonriente y medio alegrón en donde los candidatos y las comunidades confluyan bajo la misma copa de aguardiente, el mismo tamal y quizá la concordancia de las necesidades fundamentales de la sociedad por esos días. Pero, ¿4 años no es mucho para que se sigan haciendo promesas inconclusas en donde la falta de gestión es la protagonista de la historia recurrente de cada gobierno?

Nemocón, uno de los pueblos mejor catalogados como fuente de progreso de Cundinamarca, cuya administración viene adelantando un trabajo digno en inversión social y territorial, es uno de esos ejemplos de grandes exponentes que hoy no cuentan con el servicio férreo. 

El tren, que llegaba hasta su casco rural y que servía para dar a conocer su potencialidad cultural, social, comercial y turística, parece haberle dado la espalda sin razón justificada.  

Los esfuerzos de Luis Felipe Castro Gómez, Alcalde de este Municipio y quien personalmente se toma el trabajo de supervisar las importantes obras que viene adelantando en su gestión, ha hecho lo que en su alcance gubernamental puede para que el tren vuelva a llegar a su territorio. 

Lamentablemente las puertas son muchas, la red terciaria y férrea del Instituto Nacional de Vías, Invías, el Ministerio de Transporte y la misma Presidencia de la República, tienen en sus manos la decisión para cumplir el sueño de los habitantes de esta promisoria región.

Éste, lamentablemente no es el único caso para registrar sobre la extraña forma de desarrollar un país desde su interior. Mientras que el Gobierno Nacional adelanta intercambios comerciales de alto impacto con otros países, y los publicita como ambiciosos y sostenibles, al interior, no fortalece la principal fuente de desarrollo industrial y comercial del primer mundo.

¿Qué ha pasado con el tren del pacífico entre Yumbo y Buenaventura?, ¿qué pasó con la reparación de cerca de 1000 kilómetros de vías férreas adjudicadas en diciembre de 2011?, ¿por qué aún no funciona la interconexión del centro del país con el atlántico y el pacífico?, ¿será que vamos a enfrentarnos a un gran escándalo como el túnel de la línea, la Avenida Longitudinal del Oriente o la Autopista de la Montaña? Estas preguntas, para las cuales seguramente no habrá una respuesta inmediata, más allá de “estamos investigando”, tristemente nos dejan impotentes frente a la necesidad urgente de proyectos efectivos para alcanzar la paz.

Colombia, un país que se ha vuelto indolente frente al insuficiente alcance de su propia justicia, frente a la inoperancia mortal de su sistema de salud, de cara a la indebida ejecución de sus planes de desarrollo para infraestructura, educación y vivienda, con enormes daños; hoy se le suma un vacío más que evidentemente nos pone a pensar que hace siglos ya nos dejó el tren.

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