En un país que funciona tan bien como Colombia, en donde la institucionalidad es autónoma; el ex vicepresidente trata decorosamente a sus subalternos; el presupuesto de la “Austeridad inteligente” no se gasta en almendras y cortinas de seda; los profesores, transportadores, pensionados, médicos, estudiantes y hasta la propia justicia no sale de paro; nuestro “principal socio comercial” no nos recorta el presupuesto para luchar contra las drogas; nos esmeramos a diario para que haya algún acto de corrupción y los niveles de aceptación del Gobierno superan un nivel histórico de 90%; algo malévolo tiene que existir para sembrar el negativismo injustificado y desmedido: los medios de comunicación.
Ni Roy el poeta, ni la carismática María Ángela, ni Martín ventilando intimidades familiares en sus trinos, han logrado ser tan exactos como el propio Presidente al culpar a los medios del negativismo con que se está percibiendo “la Suiza de sur América”, como somos conocidos desde el momento en que Simón quedó a cargo de leer las estrategias de planeación para el Gobierno del Nobel.
Hace bien el Gobierno en satanizar a la prensa tal y como la democrática Venezuela con la lucidez de su líder, que entre bailes permite la opinión integral de su pueblo y controvierte decentemente con la oposición, libre por cierto en sus casas, disfrutando con sus hijos.
Por mencionar ejemplos pequeños, es notorio el movimiento económico y estratégico con Reficar, Ecopetrol y Odebrecht, y el beneficio que percibimos con esas medidas. Hizo lo adecuado el Gobierno también implementando una Reforma Tributaria que hemos visto tanto como el Galeón San José, estandarte que decora el mármol tallado de los subsidios otorgados diariamente a los miles de colombianos en la Guajira, Chocó y Buenaventura.
Es admirable la coherencia del periodista Santos al hablar de sus colegas y los medios. Su elocuencia es tan acertada como la de la exministra Clara López cuando desde la oposición trinaba que le encantaría hacer parte de este Gobierno. Con contundencia y veracidad, al igual que Hollman, Santos es una fuente confiable para generar bienestar y tranquilidad.
Además de sus aciertos gubernamentales, el presidente Santos, se precia de ser un gran visionario. Él fue el primero, hace exactamente seis años, en advertirle al demócrata Hugo Chávez sobre el desenlace de su doctrina. ¡No por nada ahora nuestros aguacates pueden entrar a Estados Unidos!
La opinión pública, injusta por el negativismo sembrado por la prensa ha sido testigo por ejemplo del concurso meritorio que ganó con honores el bien casado exfiscal anticorrupción “Golden impolutus” en consecuencia con su transparencia, y así como la inesperada selfie de Mauricio Cárdenas viajando en clase económica, el gobierno ha sabido comunicar estratégicamente la simbología de sus actuaciones.
Colombia, un país sin hambre, con los índices de equidad más altos del hemisferio, con la política social más fuerte del planeta, con los sistemas de salud más completos y justos, la infraestructura vial más desarrollada, una corrupción inexistente y el gobierno más austero y aceptado, deben ser suficientes razones para que los medios, viciados y sin razón, de rodillas se excusen y propongan a Juan Manuel para el Nobel del Positivismo, Cruz de Boyacá a la Orden de Caballero del Zodiaco y sexto mejor Presidente del mundo. Eso sí, tallándolo en piedra, ojalá al lado del “decálogo de buenas maneras y cariños para los subalternos” de las ediciones VLL.
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