Los árbitros son profesionales que generalmente tienen un alto grado de especialidad en los asuntos que deciden, una carga de trabajo inferior a la de los jueces ordinarios y en algunos casos límites legales en cuanto al número de casos que pueden conocer sobre ciertos temas. Adicionalmente, tienen incentivos para producir decisiones de alta calidad.
Viendo lo anterior, podría pensarse que los árbitros son lo más parecido a ese juez Hércules de que hablaba Ronald Dworkin en alusión al semidios de la mitología griega. Sin embargo, también es cierto que los árbitros son afectados por sesgos y atajos cognitivos como todos los mortales.
Diversos académicos han demostrado que los árbitros suelen caer en los mismos atajos cognitivos que afectan a otros tomadores de decisiones. Esto obedece simplemente a la condición inevitable de su humanidad y no desdice de las múltiples ventajas que el arbitraje representa para la solución de controversias. No obstante, sí debe llamar la atención sobre la existencia de dichos atajos y aun más, la posibilidad de tomar medidas para prevenirlos.
Un estudio publicado en el año 2017 por Wolters Kluwer da cuenta de un experimento en el que la mitad de los jueces vieron un documento protegido por el privilegio profesional y que era devastador para el demandante, 75% de los jueces que vieron el documento decidieron que no era admisible como evidencia, la otra mitad no vio el documento. De los jueces que no vieron el documento, 55% falló a favor del demandante, mientras que de los jueces que vieron el documento y decidieron no tenerlo en cuenta, solo 29% falló a favor del demandante.
Las Reglas de la IBA sobre Práctica de Pruebas, utilizadas en arbitraje internacional, proponen una solución a este problema: permiten que, en circunstancias excepcionales, un tercero determine si un documento es admisible como prueba, lo que impide que los árbitros tengan contacto con él.
Esta regla es extraña en arbitraje nacional el la cual los árbitros usualmente sí tendrían contacto con el documento.
Otro estudio publicado por la Universidad Emory en 2017 describe un experimento en el que se les entregó a tres grupos de árbitros un caso exactamente igual, con una variante: al final del texto del caso se comentaba otro caso que no tenía nada que ver con el sometido a decisión de los árbitros en el que se había condenado a pagar una suma de dinero.
En el entregado al grupo 1, la suma era US$1 millón, en el grupo 2 la suma era US$50 millones y en el grupo 3 era US$300 millones.
La medida del grupo 1 adjudicó una condena de US$5 millones mientras la medida del grupo 3 adjudicó US$16,3 millones. La única diferencia en los casos entregados eran las cifras del otro caso, el supuestamente irrelevante.
Esto se conoce como efecto anclaje y está demostrado que anclajes irrelevantes pueden afectar la toma de decisiones.
Otros estudios han demostrado la influencia de muchos otros sesgos y atajos cognitivos que por razones de espacio no es posible tratar en esta columna.
Las condiciones de laboratorio son muy diferentes a las del mundo real, las circunstancias y la complejidad de un proceso arbitral no son reproducibles en un laboratorio. Esto no obsta para que abogados y árbitros tengan en cuenta la existencia de atajos cognitivos, realmente tomen medidas para evitar caer en ellos y hagan un esfuerzo por tomar decisiones basadas exclusivamente en evidencia y por adecuar los trámites para evitar la influencia de atajos cognitivos.
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