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OPINIÓN

Al Congreso 2014-2018 le llegó la hora

17 de julio de 2014

Diego Cediel

Profesor Ciencias Políticas U. Sabana
Canal de noticias de Asuntos Legales

La mayor fuerza de oposición será liderada por Uribe. El Centro Democrático (CD) es una fuerza política con una plataforma partidista y electoral fuerte. Logró 36 congresistas, consolidando una voz que no se avergüenza de proclamarse de derecha. Su ideario es el cúmulo de lógicas programáticas de los gobiernos del expresidente Uribe. 

Un Estado austero será el palo a la rueda que le pondrán al eufemismo de los ‘cupos indicativos’ asumido por la Unidad Nacional. Diálogo social que se resume en un acercamiento menos protocolario y más estrecho con la ciudadanía, es el retorno de un esquema de entendimiento ciudadano similar al de los Consejos Comunitarios.

El mayor caballo de batalla que arrojará el CD será un control férreo a los acuerdos que se alcancen en La Habana. Para el CD, en Cuba se está negociando con una mafia narcotraficante y, por eso no merecen justicia transicional laxa, ni mucho menos licencia de reconversión a la vida política legal. Es un grupo cuyo perfil es el de un conjunto de colombianos que siguen con fervor electoral al expresidente Uribe y, que están convencidos de que la idea de país que el CD encarna es la más pertinente para los tiempos actuales.

Por otro lado está el Polo Democrático. Hasta las pasadas elecciones era el detentador de un proyecto ‘alternativo’ de país. Se le había otorgado el ribete de ser la ‘oposición’ a un proyecto político con maneras de ‘centro derecha’ y neoliberal. Sin embargo, su fuerza y número es poco significativo. Solo sacaron ocho congresistas. Llegan divididos porque Clara López, su excandidata presidencial, apoyó la reelección de Santos con tal de impedir el ascenso de Zuluaga. Esa postura no cayó bien en las toldas que dirige Robledo, quien en un acto de coherencia y compromiso con sus electores descartó esa posibilidad. Claro, no faltaron las voces de los intelectuales de izquierda y los aterrados del regreso de Uribe al poder, que le acusaron de dogmático y fundamentalista, como si ser fundamentalista fuera sinónimo de idiotez o ceguera. Esa fue la sentencia de la ‘inteligencia’ que se afilió al santismo.

Con más bulla que ideas también está la Alianza Verde. Con una votación que pasó los 80.000 votos, Claudia Nayibe López es cabeza visible de esa plataforma política. La ideología que enmarca a la Alianza es la que muchos de sus líderes han profesado en varias ocasiones: la ‘centro izquierda’. Eso significa que van a estar más cerca de las iniciativas legislativas y los controles políticos propuestos por el Polo que por el CD. Sin ir tan lejos, la senadora López ha recriminado la presencia de Uribe en la vida política nacional sin antes aclarar sus presuntos nexos con la ilegalidad. La misión de la Alianza es la de desprenderse de su participación marginal en las elecciones y así, encauzar sus energías hacia una propuesta política que pase de lo reactivo a lo propositivo. Si bien el balance de sus participaciones anteriores en las agendas legislativas es rescatable, la Alianza debe superar sus rencillas personales y asimilar que el capital político que han cosechado en dos elecciones presidenciales no es nada despreciable.

Los conservadores son la joya de la corona. Llegan divididos pero con posiciones claras. Si bien Martha Lucía Ramírez encabeza una parte de conservatismo más cercano al CD, los gamonales legislativos quieren una silla en la Unidad Nacional. Esa división aunque parezca solo burocrática tiene justificaciones ideológicas. No pocos congresistas conservadores ven en Uribe el mayor peligro para el conservatismo y, esos fueron los que trabajaron por la reelección de Santos. Mientras que la cercanía de Ramírez con las tesis de la Seguridad Democrática fueron las que le reportaron dos millones de votos. Con todo esto, les coquetearán desde todos los lados para sumar mayorías.

La Unidad Nacional será el ejército disciplinado para esquivar controles políticos y figuras parlamentarias de gran calado. Esperar si tienen el talante necesario para cumplir con lo prometido en campaña, que a decir, fue mucho.

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