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OPINIÓN

Un congreso con desafíos históricos

08 de marzo de 2014

Diego Cediel

Profesor Ciencias Políticas U. Sabana
Canal de noticias de Asuntos Legales

El congreso elegido en las pasadas elecciones plantea serios desafíos para el futuro de la escena política nacional. Los retos pasan por consolidar una realidad institucional que integre propuestas y soluciones a los problemas regionales y, por supuesto, asumir con responsabilidad política los resultados de los diálogos en La Habana.

Las principales firmas de sondeo de opinión aseguraban que el Centro Democrático (CD), liderado por el expresidente Uribe obtendría una presencia segura en el congreso y así fue. Gracias a una campaña en donde sus principales escuderos cerraban filas en torno a sus propuestas y posturas, Álvaro Uribe, logró posicionar a su partido como el principal movimiento de oposición al potencial segundo mandato del presidente Santos. 

Sin embargo, se vienen aciagos días para la bancada uribista en el congreso. De seguro, muchos de los hoy elegidos senadores y representantes a la cámara le increparán al exmandatario su participación en graves actuaciones durante su mandato, como las ‘chuzadas’ a periodistas y opositores, su responsabilidad en las ejecuciones extrajudiciales, mal llamados ‘falsos positivos’, y sus presuntos vínculos con los paramilitares. 

Eso sin duda es sano para la democracia colombiana. Pero el control político se diluiría en enconos. Si bien esos senadores pueden someter a escrutinio político las actuaciones del senador Uribe, sería deseable que el Capitolio de Núñez no se convirtiera en un tinglado donde se ajusten las cuentas pendientes personales. El control político se le debe hacer a los Ministros de Despacho, que tan en deuda están con los colombianos. Porque según las encuestas la percepción de la gestión ministerial, no es la mejor.

La Unidad Nacional decantó sus filas. Con los resultados obtenidos por la U, el Partido Liberal y Cambio Radical, la opinión pública ya sabe quiénes están con el presidente y quiénes no. A contrario de la anterior legislatura, donde tanto el Partido Verde (hoy, Alianza Verde) como el Partido Conservador estaban en la mesa de gobierno. Pero en el presente congreso, el presidente Santos, de reelegirse, deberá jugar con precisión sus fichas. Porque el posconflicto, las reformas legislativas fracasadas y la superación de la pobreza extrema, para que anden, necesitan fieles escuderos y leales apoyos. Por eso, senadores como Horacio Serpa, Armando Benedetti, Roy Barreras y Carlos Fernando Galán serán, no solo necesarios, sino definitivos. 

El reto de la izquierda como fuerza política unida, una vez más, es evidente. Las pugnas personales, las viejas rencillas, los sectarismos y las máculas del pasado han debilitado el sueño de los electores de izquierda en Colombia: una fuerza sólida y significativa en el espectro político nacional. La desbandada de algunos conocidos senadores del Polo Democrático a la Alianza Verde dividió las preferencias del elector de izquierdas en Colombia y lo sumió en una confusión, no solo electoral, sino también en un desaliento partidista y programático. No se insinúa que aquel le robó votos al otro, lo que se sugiere es que la imposibilidad de aglutinar a reconocidos líderes de izquierda en Colombia, bajo un mismo partido y con unas mismas banderas, es más difícil que retrasar la salida del sol.

Los conservadores, como siempre, son una excepción y no la que la fuerza que decide, como presumen ser. Con la división generada por la elección de Marta Lucía Ramírez como candidata del partido, los conservadores santistas sintieron que sobraban en la foto familiar. El llamado que hizo Juan Gabriel Uribe al exhortar a los candidatos que querían permanecer en la Unidad Nacional, a pocos días de las elecciones legislativas, cayó muy mal en la dirección de las toldas azules. Parece que la fuerza santista de los conservadores aún tiene vigor y votos. Y, que gracias a esos escaños obtenidos, la candidatura de Ramírez no solo debe consolidarse a nivel nacional sino que en su partido, la situación le será conflictiva.

El voto el blanco y las abstenciones registraron sus niveles naturales y tradicionales. Esos parecen ser los registros más tradicionales de la historia que los que obtienen aquellos partidos tradicionales a los que se les acusa de monopolizar el escenario electoral en Colombia. Más allá de los esfuerzos de reconocidas figuras de la farándula por impulsar el éxito de esa preferencia electoral, el mensaje de indignación y de nuevos aires los capitalizaron figuras de la Alianza Verde y algunos sectores del Partido Liberal. Al fin y al cabo, el voto en blanco es eso… un espacio en blanco.

Infortunadamente, como última lección está las eternas prácticas malhabidas de algunos candidatos. No solo se especulaba sobre la entrega de mercados, electrodomésticos y materiales de construcción para influir en las preferencias electorales de los ciudadanos. También se recurrió a publicidades engañosas, donde más que marcar distancia y definir las pertenencias partidistas, llevaban a la confusión de los electores. Artimañas publicitarias con deportistas y personalidades fallecidas revelaban simpatías inexistentes e, incluso, desautorizadas. Cuñas radiales y televisivas en las que apellidos, programas de gobierno y leyes aprobadas en legislaturas pasadas se manipulaban sin vergüenza alguna, con tal de rasguñar uno que otro voto.

Cabe preguntarse entonces, ¿este panorama partidista y legislativo le beneficia al país? ¿Son los elegidos capaces de afrontar los problemas y las soluciones que el país requiere? ¿Representarán con dignidad y altura los intereses de los menos favorecidos? O ¿Será, el congreso el escenario de peleas personales y acusaciones irresponsables? Se tendrán cuatro años para responder…

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