Ese cambiar por cambiar, en la teoría parece fácil, pero en realidad hace que nos encontremos en terrenos donde no se sabe a ciencia cierta hacia dónde vamos, por eso el avance se basa en trabajar sobre lo que hay.
Incertidumbre y miedo, son los sentimientos más comunes por estos días. Incluso hay quienes han optado por no leer u oír noticias por un tema de salud mental, casi que con una actitud de que “pase lo que dios quiera”, como decían nuestros mayores.
Y la sensación no es gratuita. El Gobierno está haciendo lo que prometió que iba a hacer, de su coherencia, por lo menos en el plano de los sectores en los que iba a concentrarse, no se le puede criticar, pero no parece haber un plan para mejorar lo que hay, sino cambiar por cambiar, y de ahí el ambiente que se ha creado.
Ese cambiar por cambiar, en la teoría parece fácil, pero en la realidad hace que nos encontremos en terrenos donde no se sabe a ciencia cierta hacia dónde nos dirigimos, por eso el avance, cuando es positivo, se basa en trabajar sobre lo que hay.
En muchos sectores el problema no es la institucionalidad en sí misma, sino las decisiones que se han tomado, pero los instrumentos están allí. Por esta razón, pensar en normas que de un tajo borren lo construido durante años por gobiernos y funcionarios de distintas vertientes no parece una buena idea.
Si a esto le sumamos que no existen los textos normativos y en los casos en que hay uno son demasiado gaseosos, los sentimiento iniciales se agudizan. Si comenzamos por el Plan Nacional de Desarrollo es difícil encontrar metas para saber hacia dónde vamos, qué es lo que se quiere y sobre todo, cómo se va a lograr. Si aterrizamos a los servicios públicos domiciliarios, para trabajar en unas tarifas justas en aquellos servicios donde existan monopolios naturales, no es necesario cambiar toda la ley, tampoco a la institucionalidad y menos que el presidente, con tantas ocupaciones lo haga con sus propias manos ya que existen instrumentos regulatorios para llegar a esa pretensión de manera técnica, a través de funcionarios idóneos.
Ahora, hay servicios y ciertos eslabones en la cadena de la prestación de ciertos servicios públicos en donde lo que debe hacerse es incentivar la competencia para que bajen los precios y mejoren los servicios.
De otro lado, lo que sí tiene el Plan Nacional de Desarrollo es una generosa norma en donde se reviste al presidente de la República de facultades extraordinarias para, en pocas palabras, hacer cualquier cosa con las entidades de la rama ejecutiva.
Al respecto, si bien es una facultad que todos los gobiernos solicitan, cuando se les concede tiene algún matiz para por lo menos saber hacia qué se apunta, ya que en este momento de inicios de un gobierno, plan de desarrollo y facultades extraordinarias deberían tener un hilo conductor y lo que no se quiere es que cada uno vaya por lados distintos o que se apunte a objetivos que no nos han sido informado, por que cambiar por cambiar da para todo.
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