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OPINIÓN

El nuevo Nafta

08 de octubre de 2018

Gabriel Ibarra Pardo

Socio de Ibarra Rimon
Canal de noticias de Asuntos Legales

El que fue denominado por el presidente Donald Trump como “el peor acuerdo alguna vez negociado” es hoy historia. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1994 (más conocido como Nafta por sus siglas en inglés) ha sido reemplazado por el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (Aeumc), al que el mandatario se ha referido como el tratado más importante que ha firmado los Estados Unidos hasta la fecha.

Las intensas negociaciones que se llevaron a cabo durante 14 meses culminaron el pasado 1º de octubre con la presentación del texto final del Aeumc, que según Trump está basado en las que debieran ser las insignias del comercio internacional: la justicia y la reciprocidad. Lo anterior quedó plasmado en el preámbulo del acuerdo, que resalta la necesidad de “respaldar el comercio de beneficio mutuo que conduzca a mercados más libres y justos y a un sólido crecimiento económico en la región”.

En estrecha armonía con la actual política comercial de Estados Unidos que busca incentivar la producción y la inversión en el país norteamericano, el nuevo tratado tiene como propósito proteger el empleo, así como a los agricultores, ganaderos y compañías farmacéuticas.

En esta medida, para obtener acceso al tratamiento preferencial contenido en el Aeumc, se requiere que 40%-45% del contenido automotriz sea manufacturado por trabajadores que reciban como mínimo un salario de US$16 por hora.

Lo anterior busca eliminar la ventaja comparativa de la que gozaba México, en razón a la mano de obra barata, y suprimir el incentivo que tenían los productores norteamericanos para trasladarse al país que tuviera los menores costos laborales.

Esta exigencia marca un hito en las relaciones económicas internacionales, pues está dirigida a desestimular que los países cimienten sus ventajas competitivas en remuneraciones bajas en detrimento de los asalariados.

Asimismo, el nuevo acuerdo exige al menos 75% de valor de contenido regional para los automóviles.

Además, se acordó que Canadá y México deben abrir sus mercados, con el fin de incrementar las exportaciones de productos tales como trigo, huevos, lácteos y aves de corral desde EE.UU. hacia sus vecinos. Así, Canadá se comprometió a reducir sus aranceles y cuotas en el sector lácteo, que hasta el momento había sido especialmente protegido. Adicionalmente, la vigencia de las patentes de medicamentos biológicos se extendió hasta por 10 años en todos los Estados parte.

Algunos críticos de México y Canadá consideran que estos compromisos erosionan la competitividad de la industria automotriz norteamericana, al aumentar el costo de los vehículos, mientras que el partido conservador canadiense ha manifestado su inconformidad con las concesiones que fueron realizadas en contra de los productores de leche de ese país y con el hecho de que las negociaciones hubieran finalizado sin que exista certeza de que las medidas sobre el acero y el aluminio serán retiradas.

Aunque se asevera que el tratado no es más que una repetición de lo que ya existía bajo el Nafta, pues sus postulados -con excepción de las modificaciones aquí reseñadas- no cambiaron sustancialmente, lo cierto, es que las implicaciones de las reformas introducidas por el Aeumc no son menores.

Resta esperar la aprobación del Congreso de EE.UU. y, por supuesto, habrá que ver si Trump intentará negociar estos nuevos requisitos en los TLC que ha celebrado con los demás países.

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