Una de las preocupaciones de los países que participaron en la cumbre del G7 celebrada en junio de este año, giró en torno de la crisis por la que atraviesa el sistema de comercio mundial y de la urgente necesidad de modernizar y reformar la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En esa reunión se reconoció que la OMC no ha podido hacer frente a desafíos globales como el covid-19, los subsidios, la propiedad estatal, el cambio climático, entre otros, lo que ha llevado a que algunos países estén perdiendo la confianza en esa organización.
Entre los temas sobre los que se han enfocado las posibles reformas, para rescatar la confianza en el sistema, pueden mencionarse la relativa al funcionamiento del mecanismo de solución de diferencias, la revisión del estatus de la China cuya economía nos se ajusta a los estándares de una economía de mercado y la actualización de los contenidos de los acuerdos, en aras de restablecer la confianza en el sistema.
Sin embargo, se expresó en esa cumbre que los países miembros del G7 no podían, por sí solos, liderar esa iniciativa, debido a que la pandemia no les permitía contar con los recursos económicos suficientes para esos propósitos. De ahí que solicitaron a los países del G-20, que los ayudaran a promover las modificaciones estructurales que requiere la OMC.
Indonesia, que será el anfitrión de ese grupo en el 2022, ha mostrado su voluntad de liderar la reforma al sistema multilateral de comercio. No obstante, hay que mirar este interés de Indonesia con especial escepticismo y cautela y estar vigilantes del papel que pueda jugar ese país en tal cometido, y en concreto, la forma como la China pueda utilizar y sacar provecho de ese liderazgo.
No se puede soslayar que, en los últimos años, los lazos entre China e Indonesia se han fortalecido considerablemente, toda vez que, Beijing se ha convertido en el principal socio comercial y es hoy en día el segundo inversionista de Yakarta.
Indonesia juega un papel fundamental en las ambiciones de la China relacionadas con la versión marítima de la Iniciativa de “Belt and Road Initiative” (BRI) debido a su particular situación geográfica. En 2013, Xi Jinping priorizó la inversión en Indonesia y desarrolló proyectos como el tren de alta velocidad Yakarta-Bandung.
Uno de los factores que más ha contribuido a la crisis, es el del estatus de la China en la OMC. No hay que olvidar que cuando ese país ingresó a esa organización, en el año 2001, se asumía que iba a hacer el tránsito hacia una economía de mercado en un periodo de 16 años. Ese término se agotó y, no sólo todos los países se quedaron con los crespos hechos, sino que hoy en día el totalitarismo que impide el libre juego de las fuerzas del mercado en el gigante asiático es aún más recalcitrante.
Los privilegios y ventajas que ha recibido ese país de manera incondicional, del sistema multilateral de comercio han generado graves distorsiones y malestares, han desequilibrado el campo de juego, hasta el punto de que ello condujo a una de las guerras comerciales más pugnaces que se haya visto en los últimos tiempos.
Jake Read (investigador de la Universidad de Australia) en su investigación “Asia and the strategy for global multilateral trade”, sostiene que EE.UU, junto con los países occidentales, debieran persistir en asumir el liderazgo de la reforma del sistema multilateral de comercio, y ayudar a lograr los consensos necesarios para reparar el marco institucional, lo que incluye necesariamente renegociar los compromisos que debe asumir China para permanecer en la OMC.
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