La campaña mostró el lado oscuro de la persona humana cuando de obtener o mantener el poder se trata, atrás quedan los “escándalos”, y la falta de argumentos sólidos para ganar el apoyo popular, sin lugar a equívocos esta campaña se caracterizó por la falencia de ideas, fuerza que empoderaran a los candidatos, a excepción de Óscar Iván, que pasará a la historia por ser un contradictor político de altura, en donde quiso con talante ponderar su propuestas, y posicionar la idea de ser el Presidente de la educación, sin dejar a un lado el contundente mensaje del respeto y dignidad de las instituciones, como la justicia, junto con su valor supremo que es la paz.
Sin maquinarias Óscar Iván logró empoderar su mensaje en cientos de municipios y capitales de departamentos, logró demostrar que la política sí se puede hacer sin maquinaria, sin “mermelada” y sin bultos de dinero; los resultados son evidentes, nunca antes en la historia republicana la oposición había logrado tanto con tan poco, atrás quedaron los discursos radicales de quienes se auto denominaban la oposición, atrás quedaron las “dignidades” de quienes eran más “neurosis” democrática que oposición democrática; el desempeño de Óscar Iván y su joven partido demuestran lo mucho que hay que hacer y lo que está por venir.
La responsabilidad de Óscar Iván y su partido, el Centro Democrático, es abismal, quedaron representando a un grueso de la población que claramente no siente identidad y confianza con quien le gobierna, esos 7 millones de votos dieron un mandato contundente, de responsabilidad en los grandes temas del país, esos ciudadanos depositaron un mandato que obliga al Centro Democrático a ser garante de las instituciones democráticas republicanas, a ser garante de valores democráticos y libertades civiles, que hoy más que nunca son amenazados por ideas que al parecer llegaron al país, se enquistaron y no nos dimos cuenta.
La responsabilidad radica desde mantener una conexión constante y estrecha con esa gran cantidad de ciudadanos que manifestaron su voto de confianza en una oposición vertical y real, a ello las tesis fundacionales de un Estado de Opinión le llamamos diálogo público. Ese diálogo debe ser cada día más estrecho con el ciudadano no solo para conocer de primera mano sus requerimientos, sino también para cumplir con el propósito de veeduría de la cosa pública, por otro lado está el papel de los legislativos, el claro papel que tiene la oposición que hoy nace con poder de decisión va a tener en sus hombros la responsabilidad política de los próximos 18 años.
No está llamada a menos tal responsabilidad, tratándose de 20 senadores y 12 representantes, todos incontaminados, transparentes y probos, esa responsabilidad legislativa no solo radicará en hacer leyes posibles, sino también en dar un control político a los más altos asuntos del Estado, como también al más mínimo detalle. Vienen días de sana crítica y de debates profundos, vienen días de respaldar o no “referendos” para la paz, plebiscitos para el fin del “conflicto”, inclusive la conveniencia o no de llamar en un futuro cercano a una asamblea constituyente, tales responsabilidades están en manos de la más joven fuerza de oposición que hasta ahora existiere en Colombia.
Por lo pronto tenemos claro que el expresidente Álvaro Uribe hará una excelente tarea desde el Senado de la República, atrás quedan los mitos urbanos que perdería su fuero y que posiblemente no se posesionaría, sencillamente porque él desde que dejó la Presidencia, en agosto de 2010, no tiene fuero alguno, y porque es un hombre responsable que no le haría trampa a sus electores. Ahora viene la necesidad de confeccionar una ley estatutaria para la oposición real, que interprete de manera fiel los postulados democráticos y los derechos de una oposición de lujo que sin duda alguna realizará los más grandes debates en toda la historia de nuestra patria.
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