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OPINIÓN

Hay que ponerle fecha a la paz

04 de agosto de 2014

José Luis Rodríguez

Abogado Consultor
Canal de noticias de Asuntos Legales

La pregunta es cómo alcanzarla, más en un país como Colombia que atraviesa por el conflicto armado hace casi 50 años, por la vía de las armas o por la vía de la concertación y el diálogo.

Comprobado está que el camino largo, doloroso y costoso es por la vía de las armas, y de eso damos fe quienes no hemos conocido un día de paz en nuestro país, pero pareciera que la vía por la que transitamos el actual proceso de paz tampoco nos aleja de las consecuencias del conflicto armado.

En su momento el anuncio de paz del Presidente Santos, acerca del inicio de los diálogos de paz con las Farc, generó, en la gran mayoría de los colombianos, una gran ilusión, ilusión que con el pasar de los meses, ya años, ha venido desinflándose irremediablemente.

Y es que Colombia ha presenciado a lo largo de los últimos 30 años varios procesos de paz, siendo quizás el más exitoso el que logró la desmovilización y entrega de armas del M-19, bajo el Gobierno del Presidente Virgilio Barco.

Haciendo un poco de memoria nos remontamos al año 1981, año en el que el Gobierno del Presidente Turbay Ayala creó una Comisión de Paz con el fin de dar inicio a los diálogos con la guerrilla de entonces, sin embargo un connotado miembro de dicha Comisión, el entonces expresidente Lleras Restrepo, renunció toda vez que no le fue posible establecer contactos y así lograr acercamientos con los líderes guerrilleros de la época.

Al siguiente año, y con el anhelo de paz aún vigente, el entonces Presidente Betancur inició una negociación de paz con las Farc, logrando la firma del Acuerdo de La Uribe, que incluyó lo que es el anhelo de cualquier proceso de paz, el cese bilateral del fuego, y el cese de prácticas abominables como el secuestro. Desafortunadamente el proceso fracasó y se terminó en 1987. 

Ya por el año 1988 el Presidente Barco inicia conversaciones con los dirigentes guerrilleros de la Farc, pero un incipiente paramilitarismo arreció contra el naciente brazo político de las Farc, la Unión Patriótica, diezmándolos y obviamente llevando al traste cualquier posible diálogo, bajo el argumento de la permisividad del Estado ante la ofensiva paramilitar. Finalmente, hacia 1990, se da inicio a diálogos con el M-19, logrando, previa expedición de una ley de amnistía, la desmovilización, desarme e inclusión política de sus principales dirigentes.

No podemos perder de vista los intentos de paz del Presidente Gaviria, que hacia 1991, inició conversaciones con las Farc y el ELN, en Tlaxcala, México, diálogos rotos con ocasión del secuestro y posterior asesinato del exministro Argelino Durán Quintero.

Durante el Gobierno del Presidente Samper también hubo diálogos encaminados a obtener la tan anhelada paz, los cuales se realizaron en España y Alemania, pero eran otras las ocupaciones del Gobierno que buscaba más, mantenerse en el poder, que obtener la paz.   

En 1998 inicia su mandato el Presidente Pastrana y dando cumplimiento a lo prometido en su campaña electoral inicia otro proceso de paz con las Farc, otorgándoles una zona de 42.000 Km2, conocida como la zona de distensión, zona que tristemente sirvió para que las Farc se fortalecieran, y siguieran delinquiendo sin control alguno. Dichas conversaciones se rompieron el 21 de febrero de 2002, con ocasión del secuestro de un avión por parte de las Farc.

En el pasado reciente, durante el mandato del Presidente Uribe y con ocasión del fallido proceso de paz del Caguán, se inició una ofensiva militar contra la guerrilla. Fueron 8 años de un conflicto recio, que finalmente tampoco trajo la tan anhelada paz

Como queda evidenciado, le problemática de paz de Colombia ha sido enfrentada durante 30 años de diversas maneras y con diversos actores, concluyendo que lo que ha faltado en todos los procesos es una real intención de paz por parte de las Farc.

Hoy, estamos frente a un proceso de paz del que poco conocemos, porque entendemos que así fue diseñado para evitar interferencias de naturales contradictores y si nada exigimos es porque creemos en la buena fe del Presidente y de los miembros de la Comisión de Negociadores, pero lo que si conocemos, y de primera mano, es que la guerrilla por un lado conversa y por el otro realiza ataques selectivos a la infraestructura y en contra de la población civil, lo que a todas luces no se compadece con el ideal de paz que tenemos todos los colombianos, y si bien entendemos que estamos frente a un proceso de paz el mismo no puede ser igual o más doloroso  que el mismo conflicto.

Llega entonces el momento de establecer reglas más concretas, y si lo que se quiere es dialogar durante el conflicto, pues creo que llegó el momento de ponerle fecha de vencimiento al proceso, para que así, de una vez por todas, sepamos los colombianos que ese anhelo de paz tiene fecha cierta e improrrogable, y que llegada la misma sin el acuerdo pretendido, el Gobierno tendrá que garantizarnos un orden más justo y seguro, así sea por la vía de la fuerza. 

La paz debe ser un compromiso de todos los colombianos y debe ser construida paso a paso, pero la paz no se busca para instaurar el conformismo y la pasividad de los colombianos sino para excluir de la vida social el recurso indebido de la violencia como método.

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