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Circula hace algunos días en el ámbito jurídico el escalafón de las mejores firmas del país, preparado por la editorial británica Chambers & Partners.
Y para dejar en claro de antemano que no respiro por ninguna herida, advierto que no es que me moleste no ser parte de la lista. En esa materia hay los que gustan de las listas y, como se dice en el campo, “habemos” los que no.
Por el contrario y excusándome de antemano por la referencia personal, me siento muy orgulloso porque en la lista están grandes amigos, antiguos jefes, contrapartes y colegas admirables de los que he aprendido mucho y no me canso de hacerlo.
Lo que sucede es que la lectura de la compleja tabla produce varias sensaciones.
La primera, muy similar a la de quien lee un horóscopo, que se sorprende viendo hasta qué punto es posible decir lo mismo con distinto lenguaje. Lo mismo para Virgo, lo mismo para Capricornio y lo mismo para Sagitario. La clasificación tiene, como en los signos del zodíaco, todas las categorías posibles. Como en el firmamento, aparecen estrellas fugaces, pero la constelación en el fondo es una sola.
Si se reflexiona un poco más, quizá en una segunda mirada del ranking, es posible proyectarse en un besamanos de pesadilla.
Los del estudio Torices besan las manos a los socios del bufete Guáqueta; los asociados de Caro & Malo loan a Soto Pérez y Mc. Millan y todos le hacen calle de honor a la firma del año, que en realidad y según ellas mismas lo hacen saber en sus anuncios, son todas. Hoy por hoy un mensaje electrónico de firma galardonada parece un tablero de computador, lleno de stickers de vivos y llamativos colores que dicen de las bondades del producto.
La otra sensación que deja el listado, en un estadio más evolucionado ya, es la de estar asistiendo a una reunión en el jardín infantil de los hijos.
Cuidadosamente la maestra se esmera, cual astróloga que redacta horóscopos, en descubrir tantas virtudes como niños asisten al salón. Entonces Pedro tiene ilimitado vocabulario; Sebastián es mágico con la plastilina. Entre las niñas Anita ya camina como en pasarela y Laura ya podría pensar en abrir su propio restaurante.
Los padres embelesados, nos congratulamos de haber escogido el preciso lugar en donde descubrieron el portentoso talento de nuestros hijos. Y todos salimos contentos: padres, maestros y los niños claro está.
Sin embargo y por la misma razón acabada de expresar es posible afirmar que la lista acusa grandes ausencias y es entonces forzoso preguntarse cuáles son los criterios para su conformación.
Me respondo que es posible que la distancia entre el Reino Unido, donde están los editores de la publicación, y el trópico donde nos ubicamos los abogados colombianos, no permita distinguir a un grupo de juristas y de oficinas que enaltecen el ejercicio de la profesión e intervienen en grandes negocios (si ese es un criterio de Chambers), pero que no se hacen notorios al punto de merecer la nominación.
Lo anterior claro está, salvo que puedan existir nominados que declinen el honor de aparecer, asumiendo, claro está, que a uno le preguntan si quiere salir en las listas.
Pero más allá de estas apreciaciones tan personales, me congratulo de pensar que no haya ceremonia de entrega de los reconocimientos ni entrega de estatuillas.
Lo primero, que no haya ceremonia, porque se haría necesario acuartelar en primer grado a todos los bomberos del país para atizar el fuego de la más grande hoguera que se pudiera prender en Colombia, la de las vanidades de los abogados.
Salvado ese obstáculo, ¿quién entregaría los premios? Una forma sería, a la usanza de los galardones del cine, que la entrega tuviera su misterio, su magia. Entonces la muletilla sería:
-Los nominados en la categoría de contratación con el Estado son: el estudio jurídico de Rosas & Rojas, el bufete Charmes Chitos Papas y Gaseosa y la Unión Temporal de Garzón y Collazos
-Y el ganador es: Rosas & Rojas que los volvió añicos a todos en las Licitaciones de Concesión Vial del Oriente.
Entran bomberos, entran aplausos y entrega el galardón el Ministro de Transporte. No me lo quiero imaginar.
Y por lo segundo, que no se entreguen estatuillas, me alegro porque al cabo de un par de años más, se haría forzoso desmontar las bibliotecas de los bufetes más galardonados para agrupar las figurillas doradas que con seguridad van a seguir acumulando.
Que se me ocurre, ya para terminar por hoy, que serían como una mezcla entre la diosa Temis y la India Catalina. Esbelta figura femenina a la que no le podría faltar su Ipad en la mano.
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