Cada cierto tiempo, vuelve a estar sobre la mesa la pena de muerte como alternativa para combatir ciertos delitos. Hace unas semanas, con mucho desatino, el señor Contralor Edgardo Maya Villazón tuvo a bien manifestar que valdría la pena dar el debate público respecto a la pena capital para los corruptos mientras hacía gala de sus conocimientos de historia patria.
Los Decretos Dictatoriales de Bolívar, que mencionó el señor Contralor, eran precisamente dictatoriales, proferidos dentro de un esquema político abusivo y autoritario como es una dictadura, por corta y poco fuerte que haya sido. Pero ahora que tanto temor hay en las calles de “volvernos como” el vecino que está inmerso en la más ridícula de las dictaduras disfrazada de legitimidad democrática ¿vamos a pensar en que puede ser viable siquiera discutir la procedencia de revivir una figura creada en un incipiente régimen dictatorial?
Los ánimos caldeados en la sociedad por el sinfín de injusticias, desigualdades, actos de corrupción y reincidencias no pueden ser una excusa para retroceder en la evolución e implementación de los derechos humanos. ¿Realmente dudamos tanto de nosotros como para necesitar castigos de tal severidad que a la gente por el simple temor a perder una mano, un dedo o la vida misma, producto del más profundo miedo y sentido de supervivencia se limite a seguir reglas impuestas por un régimen que abiertamente desconoce los derechos de sus asociados?
Como cuando alguien inicia una intervención diciendo “con todo respeto” que usualmente viene acompañada de una frase que, desde luego, no denota ningún tipo de respeto por el interlocutor; las aclaraciones del señor Contralor (y ex Procurador) al plantear que resultaría interesante para la agenda pública de dar el debate, de nuevo, sobre la pena de muerte (ya no en el marco de delitos atroces, sino frente a la corrupción) pese a que como liberal esa discusión debía ser de plano descartada, es un oximorón.
En este espacio he defendido y lo seguiré haciendo, la libertad individual y las garantías de protección a los derechos fundamentales. Nada que tenga matices absolutistas o que desconozca la libertad de las personas va a ser avalado o promocionado acá. Los liberales de verdad ni siquiera pensamos en que sea curioso tener la discusión sobre si es válido y/o conveniente tener penas perpetuas o capitales en el sistema jurídico. Puede que estemos equivocados por pensar que el individuo, sus derechos y su libertad están por encima de la sociedad, porque solo con individuos plenos, libres y conscientes se puede tener una sociedad justa y equilibrada. Todo lo demás es un rebaño y los rebaños no están conformados por personas.
Probablemente la idea del orden, la limpieza y el cumplimiento de las reglas resulte sumamente atractiva. Nadie quiere vivir en un muladar ni mucho menos estar expuesto a que la inobservancia de las normas por parte de unos pocos pueda afectar su esfera privada. Pero ¿queremos pagar el altísimo costo que esto implica con normas que recortan libertades y uniforman el comportamiento?
Como si se tratara del huevo o la gallina ¿qué podemos hacer para que personas libres y en pleno ejercicio de sus derechos opten por seguir el camino de la legalidad sin tener que amenazarlas con que van a morir? ¿Qué hará falta para que los ciudadanos aprehendan las normas y vivan conforme a ellas sin pensar en saltarlas? ¿Dejaremos un día, por fin, de creer que “hecha la ley hecha la trampa”? En esta época de elecciones parlamentarias ¿ya sabe usted quién tiene propuestas en ese sentido y cuáles son?
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