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OPINIÓN

No se lo buscaron

12 de junio de 2016

Paula Vejarano

Dir. de litigios en Dentons Cárdenas & Cárdenas
Canal de noticias de Asuntos Legales

Rosa Elvira Cely, fue atacada sexualmente por un hombre con el que decidió salir tomarse un par de cervezas, con las fatales consecuencias que ya conocemos. 

Nos aterramos, nos condolemos, marchamos, protestamos, promovemos leyes más duras contra violadores, usamos hashtags en las redes sociales y nos indignamos. Todo esto es válido y valioso. Poner en el ojo del huracán un tema tan sensible, tan íntimo, tan bochornoso para quien lo ha padecido puede tener efectos positivos en la sociedad que durante años prefirió (y prefiere) mirar hacia otro lado. La negación colectiva muta a la aceptación y con esta la búsqueda real y efectiva de soluciones que, desde luego, deben ir más allá de la penalización. 

La violación, así tal cual y sin tecnicismos legales, en cualquiera de sus modalidades pareciera ser una de las conductas que por regla general es penalizada en casi todo el mundo o cuando menos en toda la denominada “cultura occidental”. 

Aún así nos hemos quedado cortos, y junto a los sonados casos de prensa hay un sinfín de casos que no recordamos o sencillamente no conocemos porque no se han hecho virales en las redes sociales ni han tenido impacto en los medios tradicionales o, sencillamente, porque las mujeres víctimas de estos horribles hechos han guardado silencio. 

Al repasar los titulares es evidente el porqué del silencio de muchas mujeres víctimas de violación y también porqué sigue existiendo violación.

El uso del lenguaje es determinante y se convierte en un justificante inconsciente de atrocidades sólo con emplear en un mismo encabezado las palabras mujer, fiesta, alcohol. El juicio moral cae irremediablemente sobre la víctima que por el solo hecho de ser mujer debe “cuidarse” y “no dar papaya” porque cualquiera puede acceder a ella y violentarla. 

Ningún titular hace énfasis en el agresor, en su despreciable conducta, en su violencia e irrespeto a otro ser humano. El agresor tiene nombre y justificación: Si ella no hubiese estado sola/vestida de esa manera/en esa fiesta/consumido alcohol él no habría abusado de ella. 

Es hora de cambiar el discurso. Ya reconocemos el problema, hablamos y lo hacemos público: Sí, a las mujeres las violan y también las matan. Ahora cambiemos el señalamiento: No importa si la mujer que fue violada y asesinada estaba en una fiesta, o intoxicada con exceso de alcohol, o vestida sugestivamente o viajando con una amiga. Ninguna de esas circunstancias relacionadas con la mujer y su comportamiento interesan. Es simple: Un hombre violó a una mujer. Punto. No existe justificación. Ahí empieza el verdadero reproche social y no en las indignaciones fugaces y en los titulares amarillistas que describen la situación de riesgo que asumió la víctima. 

El lenguaje debe cambiar y con éste el discurso. Erradicar la justificación que inconscientemente creamos y acostumbrarnos a llamar a las cosas por su nombre para acabar con la doble moral y la esquizofrenia colectiva. 

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