Unos temas sensibles que estaban congelados, volvieron a reactivarse y con ellos la discusión irracional. Por el momento, las posiciones radicales e intolerantes dominan, cuando deberían ser la ciencia y la técnica las que dieran las respuestas a las inquietudes y miedos de la gente. Muchas personas se sienten autorizadas para opinar, aunque no tengan la calificación profesional, ni la información suficiente para hacerlo. Este tipo de actitudes han llevado a la proliferación de la judicialización de las discusiones, ante la imposibilidad de adelantar un diálogo abierto, civilizado e informado. Las demandas están de moda, algunos ganan y otros pierden, pero lo cierto es que no hay construcción colectiva para la adopción de las decisiones que nos afectan.
Se pretende que la comunidad participe de manera activa y eficaz en la toma de decisiones ambientales que le afecten. Hacemos alarde de contar con una democracia participativa, y de no descalificar a nadie para la discusión de temas aún cuando sean complejos. Sin embargo solo se le provee al ciudadano dilemas insalvables, y no argumentos científicos, que son los únicos admisibles en temas tan difíciles como estos. La participación en los asuntos ambientales, debe darse mediante un proceso amplio, participativo, eficaz y deliberativo, como lo ha descrito la H. Corte Constitucional en su jurisprudencia reciente y ello solo es posible, si no se imponen posiciones, radicalismos e ideologías y se permite que se acceda libremente a información objetiva y seria.
Por eso, no sin razón el presidente de Acipet se quejaba de las declaraciones de un mandatario regional quien dijo que “hablar de ‘facking’ es como violar a una mujer responsablemente”, considerando que es una posición violenta y sexista, y por lo menos no apropiada para una discusión que debe tener todo el rigor técnico. De otro lado, se oyen voces más sensatas y calificadas como la de Brigitte Baptiste quien opina que “estamos nerviosos ante esas opciones que el país tiene que definir en el corto plazo,... Evaluar con cuidado los beneficios y los contras, socializar la discusión, y darnos un plazo para tomar las decisiones que haya que tomar. El ‘fracking’, eventualmente, es una opción para Colombia, es inevitable que el país no lo haga, pero ojalá que nos tomemos el tiempo necesario hasta llegar a esa etapa, y que no nos toque”.
En cuanto al glifosato tenemos la posición del Ministro de Defensa quien buscando una solución a la proliferación de los cultivos ilícitos y la deforestación, dice que “no he conocido un mejor herbicida que el glifosato” y en respuesta a ello, hay quienes le invitan a tomar un galón de glifosato, a fin de que pruebe lo que sugiere que sufran otros. Estamos necesitando con urgencia que la academia domine la discusión. Que oriente a la opinión pública y suministre la información que tanto se requiere, para tener el conocimiento suficiente, relacionada con riesgos, pros y contras, para la toma de decisiones adecuadas y en beneficio de todos. Más prudencia y reflexión y menos elocuencia.
Son decisiones muy importantes para el país, que no pueden adoptarse sin discusión, pero con los elementos técnicos suficientes para hacerlo bien y respetando las diferentes posiciones, porque también los científicos tienen discrepancias. Sin embargo, es preferible que la decisión se tome con fundamento en discusiones técnicas y no en especulaciones de generadores de opinión, que buscan tener su momento de protagonismo frente a la comunidad, liderando posiciones radicales.
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