La Unidad de Planeación Minero-Energética dio a conocer el nuevo Plan Energético Nacional, en el cual se señala que uno de los pilares principales será la descarbonización de la matriz energética del país.
Preocupante noticia para el sector carbonero colombiano. Somos un país rico en este recurso y se pretende desestimular su producción y renunciar a su utilización, a fin de cumplir con metas y honrar compromisos adquiridos a nivel internacional, en materia de reducción de gases de efecto invernadero.
De tiempo atrás el país ha sido desagradecido con el sector minero del carbón, y eso es un hecho. Los productores de carbón han salido al rescate del sector energético, en las profundas crisis vividas, cuando la generación hidroeléctrica, por razones climáticas, ha fallado. No se le ha reconocido a esta industria, que ha impedido la parálisis del sector productivo, al permitir que la generación de energía no se interrumpiera. Tampoco se ha tenido en cuenta que es el mayor contribuyente del llamado PIB minero, y que, gracias a su producción, la bolsa de regalías ha tenido ingresos interesantes desde el sector minero, para ser invertidos en mejorar la calidad de vida de los colombianos. Mas inversión social y obras públicas han podido financiarse gracias a las regalías provenientes de los recursos naturales del subsuelo, entre ellos, el carbón.
La nueva onda de la Transición Energética no permite incluir a este recurso estratégico en la canasta de combustibles. Se le acusa de ser fuente catastrófica de los temidos gases de efecto invernadero, pero no se considera que las tecnologías modernas permiten mejorar la combustión y que realmente es el atraso tecnológico y no el carbón, el causante de ese mal. En todo caso, nuestro país tiene una de las producciones de energía más limpias a nivel mundial, dado que se fundamenta en las hidroeléctricas, que serán las siguientes en la lista de satanización, que ronda entre quienes promueven estas decisiones a nivel mundial.
Pensar en que el respaldo del sistema esté únicamente en las fuentes renovables, es una apuesta arriesgada. Es cierto que apareceremos ante el mundo, como comprometidos con el ambiente y muy activos en su protección, pero lo estaremos haciendo a costa de nuestra seguridad energética y del progreso de nuestras comunidades. Pretender terminar con la industria del carbón, es como darle una patada a la lonchera. Son varios los departamentos del país que producen este recurso, lo que hace que haya muchas personas que dependan de esta actividad. Ni pensar en las afectaciones para otros sectores como el transporte, que no solo mueven mucha carga a partir de lo que sale de las minas, sino que tienen carga de compensación cuando traen otros productos desde la Costa, tendrán que asumir como costo de estas decisiones.
Este tipo de decisiones que aparecen como seductoras, pueden tener unos efectos insospechados. En todo caso, habrá carbón para mucho rato, mientras exista la industria del acero, nuestros productores nacionales continuarán peleando por un espacio en las grandes ligas a nivel internacional, y dándole al país el empleo, las regalías y las divisas que tanto necesita. Un llamado final, estamos fortaleciendo un sector de Investigación y Desarrollo. Por qué no ponerlo a trabajar al servicio del mejoramiento tecnológico. Sería la respuesta al desafío.
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