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OPINIÓN

Petro y el Procu se encuentran en la fila del Starbucks

20 de julio de 2014

Canal de noticias de Asuntos Legales

Ahí estaban en primera fila, Pedro, Juan, María, Felipe y todos los demás amigos imaginarios de Nohemí, esperando que abrieran las puertas de la famosa cafetería de tintos de $8.000. El corrientazo del día podía esperar, los nervios se apoderaban de los presentes así como cuando nuestra Gaviota cantaba dentro de los cafetales por la profunda traga de su amado Sebastían.

Al lado, cientos de vendedores ambulantes, cambiaban sus banderas del mundial por el famoso icono que genera una recordación y exposición de marca superior a las de cientos de transnacionales dedicadas a la publicidad de sus productos. Nuestro Vice Angelino, al pasar por ahí y escandalizado hizo uso inmediato de su comitiva para no mezclarse con la gente como cualquier “zarrapastroso”, mientras Germán decía que él no podía continuar con tanto “gamín”.

La multitud de repente volteó su mirada hacia la calle, acababa de llegar una nueva comitiva con vallenato de fondo y cara de trasnocho por la rumba hasta las seis de la mañana. Si señores, era él, Gustavo, a pesar de él  mismo, llegaba también a hacer parte de este evento sin precedentes en una administración carente de antecedentes, estudios, planeación, decencia e inteligencia.

Bogotá, la ciudad de todos, la que no tiene doliente administrativo alguno desde la época de Lucho, empezaba a guardar su celular y sus pertenencias para evitar uno que otro impasse con la comitiva distrital que hacía su arribo en ese momento.

El Procu, quien tuvo una semana bastante difícil, de insomnio, recuerdos y trasnochos constitucionales, descendía hacia la multitud con cantos angelicales entre luces y ráfagas destellantes. Él, algo tímido y desafiante saludaba a Gustavo mientras se acomodaba su boina al comprar unos aguacates.

En la mitad, “Nohora, los niños y él” se tomaban unas selfies junto a Pachito, quien con su camiseta de la cafetería y entre saltos de emoción y casi llanto, recordaba que la última fila que había hecho era para subirse a una montaña rusa en Bushgardens.

Anunciando el próximo campeonato nacional de paintball, en la entrada, había 4 fotos de unos personajes que acostumbran tirar platos en restaurantes al son de unos granizados con Baileys. Ellos, organizadores de este evento, regalaban entre risas y chistes la membresía al segundo round de “los traidores de la patria”, acto como bautizaron su reciente e increíble gesta en el país carioca. 

Colombia, un país productor de café cuyos gobiernos tienen una incalculable deuda moral con este segmento de la economía, se paralizó prácticamente por una gran oportunidad de consumo y competencia en un país que lo tiene todo. Su gente algo sobreactuda por la coyuntura y presentes en el atafago humano de una novedad, desconoce tristemente la compostura y el orgullo de un campesino. Él seguramente ni sabrá de que se trata el alboroto por ver al Procu y al Alcalde en una fila, lo que sí sabe con certeza es como enaltecer nuestra imagen a partir de la calidad de nuestros productos, mientras que algunos pocos la denigran con cualquier avión que pase por inmigración.

Bienvenida siempre la inversión a nuestro país, bienvenida la creación de nuevos empleos, bienvenida la sana competencia a un territorio que requiere un mayor fortalecimiento en sus políticas cafeteras y sociales. Esta columna celebra que Colombia sea atractivo para los diferentes inversionistas del mundo y se enorgullece, pero se opone y condena rotundamente la corronchería y chabacanería de algunos que a pesar de sí  mismos, salen a la calle a saturar la movilidad bogotana con cada “nave espacial” que se implanta en nuestro territorio.

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