Tal ha sido el acostumbramiento que tenemos ante una posición ofensiva nacional, que nos indigna más la masacre de nuestros congéneres franceses que la de nuestros paisanos. Un muerto más, un muerto menos qué más da. Preferimos decir que si no arrodillamos a las Farc y las ponemos contra las cuerdas, no hay lugar a negociación. Incluso, llegamos a negar el actual proceso por el hecho de que los cabecillas no tendrán las penas más altas.
Estamos tan enceguecidos por el daño que nos han hecho, que desconocemos que ningún país ha pasado la página sin un proceso de diálogo, de rebaja de penas y de inclusión social. Países como El Salvador, Guatemala, Filipinas, Irlanda, Congo y Kenia lo han entendido, sin mencionar a Alemania, Chile y Argentina como ejemplos de movimientos estatales guerreristas.
¿Cuántos muertos nos ha costado la guerra? A 2013, eran doscientos veinte mil personas. Es decir, poco menos de la mitad de la población actual de Manizales. Recuerdo hace poco un par de comentarios de los furibistas apenados por la muerte de soldados extendiendo condolencias a los familiares y exigiendo acciones contundentes por parte del Estado. Pero, ¿qué implica esto último en la práctica? Que para saciar la sed de guerra y para darle algún valor a la vida del soldado muerto, otros cincuenta soldados van a arriesgar y, seguramente, perder sus vidas ¿Tiene algún sentido lamentar la muerte de una persona, cuya causa directa es la guerra, arriesgando más vidas? ¿No tendría más sentido cortar el mal de raíz?
Viéndolo en perspectiva, continuar en guerra es igual a: disminuir el presupuesto de la Nación en áreas como la educación, salud y trabajo, para incentivar la industria armamentista, generar más rangos y ascensos en la fuerza pública, elevar los sueldos de los altos mandos y generar más militares jóvenes acribillados.
Si esa es nuestra visión sobre un futuro mejor que el que la paz nos puede ofrecer, apague y vámonos. Si usted lector considera que es más benéfico alentar la muerte de los militares y los guerrilleros en vez de salvarlas y darles una segunda oportunidad a estos sujetos, seguiremos otros cincuenta años en guerra.
Ahora bien, pensar que el conflicto armado finalizará gracias a los diálogos con los bandidos de las “FAR” es falso. En eso tienen razón los detractores. Sin embargo, les pregunto ¿no viviríamos mejor con un actor menos en el campo de juego? Incluso si las Bacrim y el ELN siguen actuando, como en efecto lo hacen, ¿no estaría más seguro el país sin la presencia de la guerrilla más grande y poderosa? Por supuesto que sí. Es una respuesta de sentido común. ¿Entonces por qué no apoyar el proceso de paz, si bajo cualquier escenario se obtendrán resultados positivos?
Lo animo a que analice cada argumento usado en contra de la paz. No trague entero. Busque el origen de cada situación y razone si, por ejemplo, es cierto que Colombia quedaría como Venezuela tras la paz. Vaya más allá de Caracol y RCN. Pregúntese los beneficios de la paz, en comparación de lo que puede generar la guerra.”
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