En otra de sus decisiones impetuosas y como lo había prometido, Donald Trump hizo añicos la “neutralidad de la red” que había impulsado Barack Obama y que para garantizar equidad, prohibía desde 2015 toda discriminación o cobro diferenciado a los proveedores del servicio, quienes tenían además la obligación de tratar por igual todos los datos, sin importar su origen, tipo y destino. Ahora, gracias a Trump, quienes tienen mayor capacidad de pago tendrán mejor servicio.
La decisión favorece a los gigantes de las telecomunicaciones -Comcast, AT&T o Verizon- y perjudica al resto de la humanidad porque más temprano que tarde se impondrán sistemas en los cuales la velocidad dependerá del tamaño del pago. Y los operadores podrán hasta bloquear contenidos si ello favorece sus intereses, La discriminación producirá una especie de estratificación de la red, y en el acceso y manejo de datos habrá ciudadanos de primera y de otras clases.
En los extremos de esta controversia están, por una parte, quienes defienden la red absolutamente imparcial de Obama en la que los operadores no puedan obtener provecho de su posición, ni cobrar tarifas diferenciadas, de acuerdo con el contenido de los datos que los usuarios descarguen. Y en el otro Trump y su gente que consideran que no es función de los gobiernos intervenir en el uso de la tecnología ni decidir ganadores y perdedores en internet, sino, por el contrario, permitir y facilitar que el mercado funcione libremente.
Para ellos la existencia de una red neutral conlleva a que ciudadanos que no descargan gran cantidad de contenidos digitales, terminan subsidiando a otros que de manera parasitaria sobreexplotan las plataformas tecnológicas y aseguran que la discriminación o cobro diferenciado, permite a los usuarios decidir qué alternativa satisface sus necesidades, a la vez que les da la oportunidad de pagar únicamente por lo que realmente utilizan, lo que representa una disminución en el valor total a pagar por los servicios solicitados.
Adicionalmente, afirman que la no intervención del gobierno permite que se promueva la competencia entre los operadores de las plataformas digitales para que ofrezcan servicios innovadores que beneficien los intereses de los consumidores, a la vez que se les da la posibilidad a los agentes generadores de explorar nuevas alternativas de negocio y generar mayores ingresos.
Más allá de la polémica hay dos consecuencias trascendentales: las grandes empresas de tecnología lograron de manera deliberada una ventaja competitiva que los favorece respecto de empresas y empresarios que inician sus actividades en el mercado digital. El “sueño” americano va en retiro en internet. El encarecimiento del uso de las plataformas tecnológicas, también podría resultar en la exclusión de un gran número de usuarios.
No es la primera vez que el gobierno de Donald Trump destruye una decisión capital de su antecesor - y con un modelo que aún no está maduro-. Será casi imposible que las pequeñas empresas puedan competir contra los gigantes de las telecomunicaciones lo cual, contrario a lo que algunos piensan, podría perjudicar la innovación en la industria informática. También habría que destacar que en adelante el consumidor ya no tendrá quien le defienda, algo que no mortifica para nada a los grandes tiburones del capitalismo. A ese tipo de personas que representa y defiende Donald Trump.
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