Con el distópico título de “La Era del Desorden -una nueva era para la economía, política y nuestra forma de vida” el Deutsche Bank emitió un informe, que ha sido comentado de manera profusa en los más importantes medios comunicación. Allí se anuncia la aparición de una nueva era que será conocida como “la era del desorden” en la que resultarán afectadas “Desde las economías hasta los precios de los activos, la política y nuestra forma de vida en general”.
El reporte fue dirigido por Jim Reid, quien asevera que esta era del desorden no tuvo origen en el covid-19, pero que sí fue acelerada por la pandemia. Se prevé, en primer término, un drástico retroceso de la globalización, un incremento exponencial del endeudamiento de los gobiernos y del sector privado -en medio de un caos en los mercados financieros- y la agudización del conflicto entre Estados Unidos y la China, que pretende consolidarse como la potencia económica mundial, pero siguiendo sus valores tradicionales que no son compatibles con el liberalismo de occidente. Todo lo anterior producirá un choque de culturas e intereses nunca visto, sobre todo si la China llega a situarse como la economía más grande del mundo, aunque se descarta la existencia de un choque militar entre Estados Unidos y ese país.
En esta era, Europa deberá definir si va a seguir siendo aliado de los Estados Unidos en el campo político y militar o si adoptará un esquema de defensa independiente. También se incrementará la desigualdad, se ampliará la brecha intergeneracional, se agudizará el debate de la defensa del medioambiente vs recuperación económica, entre otras predicciones.
La emisión de este informe coincidió con la expedición del reporte expedido por el grupo especial de la Organización Mundial del Comercio que conoció del litigio relativo a los aranceles impuestos por Estados Unidos a los productos originarios de China y que cubren más de la mitad de las exportaciones de ese país al mercado norteamericano, por un valor de más de US$360.000 millones.
El grupo especial dictaminó que esos aranceles eran violatorios de los compromisos adquiridos por los Estados Unidos en el marco del GATT. La reacción de ese país no se hizo esperar. Su representante comercial, Robert Lighthizer manifestó que “este informe del panel confirma lo que la administración Trump ha estado diciendo durante cuatro años: la OMC es completamente inadecuada para detener las prácticas tecnológicas dañinas de China” y argumenta que se le debe permitir a Estados Unidos tomar todas las medidas necesarias para defenderse de esas prácticas comerciales desleales.
Sin embargo, los resultados de este panel no pueden ser llevados ante el órgano de apelación de la OMC, toda vez que este organismo quedó desmantelado debido al bloqueo de USA que impidió la renovación de los miembros cuyo periodo se venció.
En estas circunstancias, es de prever que el fallo contribuya a avivar las voces qué han clamado en los Estados Unidos porque ese país se retire de la OMC.
Lo cierto es que la situación de China y sus particulares condiciones de mercado, que han generado todo tipo de disparidades y distorsiones, no sólo afectan al mercado y a la economía norteamericana, sino a todos los demás países y especialmente aquellos que cuentan con economías mucho más vulnerables. De ahí que, si no se revisa el estatus de la China en el marco de la Organización Mundial de Comercio, es de prever que la crisis del sistema federal se agravará con consecuencias impredecibles.
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