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OPINIÓN

La “trumpisación” de Biden

15 de febrero de 2021

Gabriel Ibarra Pardo

Socio de Ibarra Rimon
Canal de noticias de Asuntos Legales

Una vez disipada la conmoción y el desconcierto que rodearon las elecciones y la llegada de la nueva administración Biden en los EE.UU. la verdadera situación comienza a decantarse, a manifestarse en su justo contexto y dimensión.

Si bien se esperaba un viraje de 180 grados en todos los ámbitos con la posesión de Biden, al menos en lo referente a la política comercial, los cambios no solo no serán tan drásticos, sino que al parecer se mantendrán muchas de las medidas y políticas proteccionistas que fueron las banderas del anterior Gobierno.

Y para la muestra un botón. El pasado 25 de enero el presidente Biden firmó una Orden Ejecutiva tendiente a fortalecer el programa “Buy American” cuyo objeto es otorgar prioridad a las empresas y productos nacionales estadounidenses en los contratos con el gobierno federal y según la cual se pretende que “el futuro de Estados Unidos sea hecho en Estados Unidos por todos los trabajadores estadounidenses”.

Aunque originalmente el programa data del año 1933 y nació en esa época con el fin de servir de salvavidas de la economía estadounidense y de recuperar puestos de trabajo, la orden ejecutiva expedida por Biden lo fortalece al eliminar algunas áreas grises que permitían su elusión y hacer aún más exigente la definición de producto estadounidense. Incluye también un plan de sustitución de los automóviles federales por vehículos eléctricos fabricados en EE.UU. y para darle más dientes a “Buy American” la Orden anunció la creación de una Oficina de Control liderada por un nuevo director de “Made in America” quien será designado por el Director de Oficina de Administración y Presupuesto.

De acuerdo con el Comunicado Oficial expedido por la Casa Blanca, con la Orden se garantizará que el Gobierno Federal gaste los dólares, que pagan los contribuyentes estadounidenses, en bienes y componentes producidos por trabajadores nacionales. Así mismo, señaló que la medida ayudará a crear empleos bien remunerados, reconstruir la economía, crear oportunidades y brindará a las empresas las herramientas que necesitan para competir globalmente en las próximas décadas.

La orden ejecutiva ha generado gran revuelo y no fue bien recibida por la comunidad internacional por cuanto implica un incremento de las restricciones y unas significativas barreras de acceso para que las empresas extranjeras puedan acceder a las licitaciones del Gobierno estadounidense.

Así, Valdis Dombrovskis, Comisionado de Comercio de la Unión Europea, se pronunció en contra de la Orden Ejecutiva y advirtió que la UE estaba tratando de acelerar sus esfuerzos para crear un “instrumento de adquisición internacional”, que podría penalizar a los socios comerciales que no abrieran sus mercados de contratación pública en la misma medida en que lo hacía la Unión Europea .

Port su parte, Marc Garneau, ministro de Asuntos Exteriores de Canadá, uno de los principales socios comerciales de EE.UU., también manifestó el malestar de ese país ante el fortalecimiento del programa.

La orden ejecutiva acaba con tanta retórica y acredita cómo funciona este tipo de decisiones en el mundo real. Ella confirma que en el campo de la política económica las cosas no son blancas y negras, sino llenas de matices, y que del dicho al hecho hay mucho trecho. Lo cierto es que esta decisión no es un buen ejemplo en el marco del sistema multilateral de comercio y que como bien lo señaló The Economist, al menos en sus políticas sobre comercio exterior, Biden realmente no es tan diferente de su predecesor.

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