Así mismo, expresa que el voto debe ser libre, voluntario, personal y secreto debido a que debe ser la expresión autónoma y espontánea de la voluntad individual, y le impone al Estado la obligación de velar porque el derecho se ejerza sin ningún tipo de coacción y en forma secreta por los ciudadanos. Al mismo tiempo, el Estado debe tomar todas las medidas necesarias para que el ciudadano obtenga mejores garantías para el libre ejercicio del derecho al sufragio. Es así como actualmente se trata el derecho al voto en nuestra Constitución; sin embargo, en varias oportunidades se ha tratado de introducir un elemento adicional y es su obligatoriedad. En el Congreso ya se dio la primera aprobación y restan 7 debates más para que el mismo sea una realidad. En Latinoamérica el voto obligatorio es la norma común, solo en Nicaragua y Colombia no lo es.
El voto es un derecho de todos los ciudadanos mayores de edad, y por tanto, como derecho que es, no debería ser obligatorio su ejercicio, pero no se puede perder de vista que el voto también es un deber y no cualquiera.
Con la obligación de votar se pretende garantizar la participación de los ciudadanos en las contiendas electorales, toda vez que la abstención cada vez gana mas terreno, lo que tiene como consecuencia la falta de representación del querer de la mayoría apta para votar y por supuesto la distorsión de la voluntad popular.
No es posible sostener que la obligatoriedad del voto y la participación de la población en los procesos electorales se correlacionan de manera positiva, es decir que no por el hecho de que se obligue al ciudadano a votar, la abstención disminuirá, lo que sí es claro es que el estímulo para concurrir a votar proviene más del interés o desinterés que despierten los candidatos y sus propuestas o programas de gobierno en los ciudadanos.
La experiencia frente al voto obligatorio es que este es necesario para construir democracia y más en una sociedad apática como la nuestra, en la que las prácticas corruptas de compra de votos han venido minando la voluntad popular, logrando que siempre ganen aquellos candidatos que hacen parte de las grandes maquinarias. Pero si bien el voto obligatorio puede llegar a ser una herramienta de maduración democrática, es muy posible que esta obligatoriedad se traduzca en un incremento del voto en blanco, y los ciudadanos, hastiados de tanta politiquería y ante la posibilidad de una multa, opten por cumplir con el deber, pero castigando el sistema.
El voto en blanco es y seguirá siendo un fenómeno de opinión y muestra de indignación, que mide el grado de inconformidad de los colombianos por la forma como se hace política en el país.
Al margen de que el voto sea obligatorio o no lo sea, lo que realmente se necesita es que se ejerza presión por parte de los electores o de los ciudadanos a los partidos y a las instituciones de gobierno para que estos necesariamente acojan las demandas sobre los problemas concretos y cotidianos de la sociedad, ya que solo así se invertiría la relación entre el poder y la gente, traduciéndose en un permanente interés ciudadano por participar en política mediante el ejercicio del voto.
Es fundamental entonces, que el ciudadano corriente sea consciente de la función del voto, y cuando esto suceda, se podrá entender que la mayor participación o abstención en las elecciones representan señales de interés o desinterés por las decisiones políticas, comportamiento electoral que claramente servirá de base para que los partidos y las instituciones de gobierno orienten sus programas y su funcionamiento en pro de las necesidades de la comunidad.
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